Raimundo Fitero
DE REOJO

Perdón

En un camino hacia la purificación absoluta, había decidido que lo que me hace más fuerte es perdonar. Incluso me refuerza mi propia existencia en orden con la naturaleza el pedir perdón. Pero en días como hoy, el perdón se me convierte en una idea contaminada. ¿A quién habría que perdonar en estos momentos? ¿Quién debería pedir perdón? Ayer escribí a borbotones, en caliente, sin haber leído nada, simplemente tras escuchar al magistrado reiterando condenas y absoluciones. Yo pediría perdón por el impulso. Y además pedir perdón por el intento de contención, por no querer ser muy agresivo, por no dejarme llevar por lo que sucedía y mi instinto.

Leídos los resúmenes de los cientos de folios, la indignación crece. Es normal ver las calles con cientos de miles millones de ciudadanas diciendo lo obvio: no es un abuso, es una violación. Y diría algo más salvaje, de una gravedad extrema. Los magistrados, una es magistrada, de Etxarri-Aranatz, para más señas, detallan, vídeo a vídeo, las barbaridades que visionan, la actitud de la víctima, la violencia de los criminales, que no dejan un resquicio para calificar lo narrado en algo que no sea una violación. Pero llegan los considerandos finales y lo convierten todo en una ambigüedad dolosa, en un abuso. Y se deja intuir que se coloca sobre la víctima la carga de la prueba, ya que no se defendió frente a cinco bestias reincidentes.

Lo del voto particular yo creo que es para que se actúe de oficio, que se detenga a ese magistrado y le expedienten, lo expulsen, porque no se puede ser más machista, rijoso, antidemocrático y cómplice con este quinteto de la ignominia. Yo juraría que ahora a estos individuos hay que tratarlos sin perdón alguno. Y si todo es fruto de las injustas leyes vigentes, son los políticos los que no van a tener perdón ni de su propio dios.