Manuales
Considero un entretenimiento bastante moderado y que puede servir para entender lo que cuesta mantener una vocación artística en un nivel adecuado seguir el programa de 24 horas de “Fama, a bailar”. Por cierto, no son 24, tienen el buen gusto de cortar casi a medianoche y volver a conectar en el desayuno. Es decir, la vida íntima, privada, la noche, no nos interesa. Es la diferencia con otros formatos que lo que más interesa para cosechar audiencias es mostrar lo que sucede entre los concursantes bajo las estrellas o el edredón.
En Fama, de momento, mantienen ese perfil que es de agradecer, y eso que en su última gala aparecieron, tras sesenta días, los familiares de los concursantes, lo que lleva siempre a unas emociones exageradas, a unos meneos de los sentimientos y hubo, para que no faltara de nada y casi me impidan seguir mi argumentario positivo, hasta una petición de mano, o algo así. Bueno, algunas sorpresas, algunos lloros, unos momentos inolvidables para los resúmenes, ingredientes para subir audiencias, para dar la parte más cotidiana, para entender que esos jóvenes vienen de familias de toda clase social. Me parece concluyente su voluntad de popularizar la danza. Siendo un asiduo, viendo o repasando todas las galas, la mayoría de las clases y el trabajo de montaje de coreografías, me parece que los profesores, que son jurado a la vez de ciertos pasajes del sistema de eliminación, deberían cuidar el lenguaje, que maticen mejor, que no es posible utilizar tres frases cada uno, siempre las mismas, para decir cosas diferentes. No es fácil, pero romper este manual barato ayudaría a crecer toda la propuesta. Y debo decir que hay un colaborador semanal que es un fraude y demuestra no tener ni idea de lo que habla. Daré su nombre cuando vuelva a confundir a los bailarines con palabras de manuales extraños.