GARA Euskal Herriko egunkaria
TEMPLOS CINÉFILOS

La Casa von Trier


Un día de primavera triste, oscuro y silencioso, cuando las nubes colgaban bajas y pesadas en el cielo, entramos en una región singularmente lúgubre, y al acercarse la sombra de la noche, nos encontramos a la vista de la melancólica Casa von Trier.

La 71ª edición del Festival de Cine de Cannes mostró por fin uno de sus mayores reclamos. Lars von Trier, enfant terrible y jinete del apocalipsis a partes iguales, volvió a la Croisette después de que la organización del certamen le levantara el status de persona non-grata. Lo hizo fuera de Competición con “The House that Jack Built”, thriller criminal con Matt Dillon en la piel de un asesino en serie.

La narración, dividida en cinco capítulos (o incidentes) repasa las fechorías de tan lamentable individuo. Lo hace a través de imágenes, claro está, pero también apoyándose en dos voces en off: la del protagonista y la de otro hombre que pone en duda su obra.

Confrontación dialéctica (y filosófica, y espiritual...) que sirve a von Trier para trascender la pantalla. Para salir de ella, vaya, y de paso, abrirse en canal durante casi dos horas y media. “The House that Jack Built” es, dígase ya, una película histórica. No por un par de secuencias de una violencia insoportable, sino por el brutal ejercicio de introspección fílmica (y filosófica, y espiritual...) que propone. Recordemos que la sinopsis nos habla de un señor que maltrata a gente parapetándose en coartadas más o menos artísticas. Recordemos el historial de von Trier... Y aplaudamos (porque no queda otra) este bestial salto al vacío. A las fauces de un infierno invocado por el mismo perpetrador. Uno de los mayores pilares del cine de autor de las últimas décadas, escupió a su propia obra. Se hundió la Casa von Trier, estalló Cannes (una vez más), y nosotros, pobres mortales, ardimos junto al ángel caído.

De las cenizas, todavía calientes, surgió otro maestro pirómano. Spike Lee, siempre combativo, mezcló risas y compromiso en “BlacKkKlansman”. Esta nueva candidata a la Palma de Oro propuso el regreso a un pasado que, por desgracia, nos habla del presente.

John David Washington y Adam Driver se infiltran en las filas del Ku Klux Klan, en un thriller policíaco patoso que en realidad es una muy inspirada comedia. Una llamada a la carcajada para luchar contra las tensiones raciales; un puñal envenenado a la administración Trump, culpable en primer grado de un terror que, por desgracia, no tiene nada de gracioso.

Por último, Ryûsuke Hamaguchi nos recordó por qué es uno de los autores japoneses a seguir más de cerca. Bajo la apariencia de mero romance telenovelesco, “Asako I & II” (que así se titula su nuevo film) luce como una propuesta cargada de verdad humana. Una delicia cinematográfica que rebosa vida desde la base excelentemente entendida de la puesta en escena. Un a ratos emocionante estudio del contacto entre personas; de la dependencia y las consecuencias que este despierta. Y Cannes siguió en pie. Día uno después de la caída de la Casa von Trier. El fin del mundo nunca había sabido tan bien... y jamás, desde luego, había insuflado tanta esperanz.