Los resultados oficiales de las legislativas en Irak confirmaron la victoria del chií Moqtada Sadr, líder de la fuerza que combatió a EEUU en la invasió. Pero ahora tendrá que lidiar con las otras formaciones para gobernar un país socavado por la corrupción, y con el rechazo Irán y EEUU.

La inédita alianza entre Al- Sadr y los comunistas consiguió 54 escaños, según los resultados definitivos anunciados ayer.

Le sigue con 47 diputados la lista de las milicias de Movilización Popular, que combatieron junto al Ejército contra el Estado Islámico. Con 42 escaños, aparece la lista del primer ministro saliente, Haider al Abadi, gran derrotado en la votación. Al-Sadr se benefició del rechazo generalizado a la corrupción, que castigó a Abadi, y afirmó que «la reforma ha ganado y la corrupción se ha debilitado»

Marcadas por una abstención récord, las elecciones dieron lugar a la asamblea más fragmentada desde la primera votación multipartidista en 2005. Las negociaciones para formar gobierno, tradicionalmente largas en un sistema pensado para forzar alianzas, se prevén todavía más complicadas en esta ocasión.

La lista ganadora, que obtuvo menos del 20% de los 329 escaños del parlamento, debe aliarse con varias fuerzas para conseguir una mayoría. Las negociaciones ya han comenzado. Sadr puede optar por una amplia coalición, incluyendo a partidos chiíes, la lista de Abadi, los suníes y los kurdos, lo que complicaría la toma de decisiones.

Pero Washington y Teherán han enviado cada uno sus emisarios para guiar las conversaciones con el mismo objetivo de obstaculizar a Sadr.

La formación del ex primer ministro Nuri al Maliki, (26 escaños), y Movilización Popular pueden ser sus instrumentos.