GARA Euskal Herriko egunkaria
IBILIZ IBILI

Gezalatz, Salinas de Oro y Esparatz. Un valle, un pueblo y un monte muy salados

Excursión por una de las maravillas que nos ofrece la geografía vasca.


Varias son las “manchas saladas” que muestra el mapa geológico de Euskal Herria. Más al Este de Añana (al W de Araba) o de Leintz Gatzaga (en el alto Deba)…, una alineación un tanto curva llama la atención, (ligada a la falla de Estella-Lizarra), extendiéndose desde esta localidad hasta las cercanías de Irurtzun, que incluye los diapiros salados de Lizarra, Alloz, Salinas de Oro-Jaitz, y el manantial de Arteta (los diapiros son intrusiones de grandes masas de sales y de yesos, que desde las profundidades han ascendido y atravesado las rocas que vemos en el entorno. El de Salinas ocupa casi 10km2).

Dentro de la serie de excursiones gastronómicas de este curso no estaba ésta prevista. Pero el retraso provocado por la meteo de esta primavera en la maduración de las cerezas de Etxauri, me lleva a ir más allá del puerto, y pasar al valle de Gezalatz.

Al margen de consideraciones administrativas o históricas sobre lo que es y no es Gezalatz, lo cierto es que en Salinas de Oro-Jaitz no hay oro, pero sí restos de castillo, también una fiesta de la sal el 31 de julio. Ocupa una posición privilegiada en este valle en su sentido geográfico y es referente gastronómico por esta “sal terrae”.

Aparcado el coche en la entrada del pueblo, avanzamos por la carretera inferior al pueblo, hasta percibir como de ésta, parte una pista en descenso perpendicularmente. Obviando cualquier desviación a la traza, la pista inicia un descenso ahora más decidido que nos lleva al fondo de valle y por ende, al puente sobre el río salado.

Situados sobre la otra margen, giramos a derecha y enseguida a izda (la opción de derechas es la opción del camino de vuelta). Ascendiendo alcanzamos por la pista un nuevo cruce, en donde veremos señalada a derecha la dirección Esparatz. Próximos a dos peñas que emergen a izda y derecha, una nueva bifurcación aparece, debiendo de tomar a dcha por camino de tierra. Atravesando una valla, a la vez que el camino de tierra se convierte en senda, ante nuevas bifurcaciones seguiremos rectos, lo que nos conducirá a una bella peña, que emerge formidablemente.

El abrevadero es el nuevo hito a alcanzar, donde giraremos a derecha por camino ancho que enseguida pasará a ser senda y que asciende a un collado girando poco a poco también por la derecha.

Dejando la peña calcárea detrás, avanzamos hacia el S por la senda diestra, que nos conduce a otro pequeño collado que presenta una ataka.

De aquí parten las dos opciones de subida. En este caso, optamos ascender por la pista forestal ascendente, opción de izquierdas, con tramos bastante inclinados, que finalizan cerca del cordal en un valla. Atravesada ésta, encontramos una senda que por su izda al principio y por su derecha después, nos permite subir entre pequeños claros, a la cima oriental y satélite de Esparatz. Una rápida ojeada permite intuir el ascenso a Esparatz que nos espera.

Para afrontar su ascenso, retrocedemos a la valla final de la pista y sin sobrepasarla, tomamos ahora por el ascenso definitivo y paralelo a la valla, alcanzando así la cima principal de Esparatz con grandes vistas. Por el W, Mendixurra (Montejurra), Lizarra y Monjardin; por el N, desde Jaitz hasta la cima de Etxauri, con el diapiro salino bajo nosotros; por el Este, la cuenca de Iruñea y por el Sur….vistas hacia el Ebro.

Continuando la dirección de ascenso, iniciamos el descenso con privilegiadas vistas al embalse de Alloz. Enseguida unos hitos aparecen por la derecha, recordando que es preciso adentrarse en la masa forestal. Esta senda serpentea por la ladera acercandose a la repoblación de pinos y a sus pistas, pero con bellas estampas a izda entre quejigos, que nos conducirán al collado apercibido en la subida.

Descendiendo por la ladera occidental, dejamos la peña grande a derecha mientras nos adentramos en el quejigar. Al poco, encontramos una entresaca de madera con muchas ramas y troncos en el suelo, que atravesaremos en descenso hasta llegar a una pista, donde giraremos a la derecha para llegar a una ermita.

Continuamos la dirección de descenso, pasamos una valla y nos adentramos en el nuevo quejigar, donde encontraremos un viejo quejigo a la izda, de más de metro y medio de diámetro de tronco, que tiene una entrada a su oquedad. Continuando el descenso por la derecha, encontramos otro gran bello ejemplar, aunque de dimensiones menores en una curva y es el preludio antes de llegar a la pista inferior.

Situados sobre ella tomamos a derecha, dejando el río salado a la izquierda. Será aquí donde comprobaremos el sabor salado de las aguas del cauce principal, y su contraste con el de la erreka de la derecha, que ha atravesado una menor superficie de diapiro.

Continuando al frente, llegaremos al puente sobre el río salado, con una vegetación ligada a las riberas, que parece huir del líquido pero salado elemento. No queda más que deshacer el inicio de la excursión y alcanzar el punto de partida. No queda más que deshacer el sabor salado en el bar, de reponer sales y, por qué no, de regalar a nuestras amistades un nuevo sabor a nuestros platos.