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JO PUNTUA

Es mi opinión, oiga


En los tiempos actuales nos quieren hacer creer que somos alguien por el mero hecho de tener una «opinión» sobre algo; es «mi» opinión ergo: un respeto.

Para Platón, la opinión (doxa) constituye una especie de «territorio intermedio» entre la ciencia o el conocimiento (episteme) y la plena ignorancia (agnoia). La opinión, para él, confunde el ser con la apariencia y, de este modo, rebaja la verdad a mero parecer. Lo que le revienta a Platón, sobre todo, los sofistas, es la indiferencia hacia la verdad en el uso público de la palabra y su interés por el aplauso a cualquier precio. Si la filosofía es amor al saber ontológico, la «antifilosofía» es, en cambio, filodoxia o amor a la opinión que todo lo mide en las apariencias, lo efímero y lo útil.

De la se(c)ta de los tertulianos se ha dicho –los más ilustrados– que son los nuevos sofistas: craso error e injusticia supina. Mala fama han llevado los sofistas desde Platón a Hegel como charlatanes que cobraban y no poco. Es cierto que eran remunerados por sus enseñanzas, pero por la prosaica razón de que vivían de ello y no eran ociosos diletantes como Platón y Aristóteles. Eran, vale decir, profesionales que cobraban poco y ello porque, a la sazón, no se apreciaba la enseñanza como para pagarla decentemente (como los maestros de escuela hasta ayer). Querían formar minorías directoras y no se dirigían al vulgo, también es cierto. Dominaban sus materias y no engañaban, a diferencia de los «todólogos» de hogaño, pura filfa vocera y lamebotas de sus amos.

Ocurre que (los tertulistos) «opinan», y lo hacen «libremente»: impresionante. Platón los hubiera despreciado y a nosotros no nos haría ni caso por no fundamentar –ya aristotélicamente– nuestras opiniones (si es que son «nuestras»), por ser opinados y no opinantes, por ser «filodoxos» y no saber decir sobre esto o aquello «no tengo opinión formada».

Sin embargo, el poder nos pasa la mano por el lomo y apuesta por el derecho a decir cualquier estupidez a que nos paremos un minuto a pensar. Y es que hay opiniones para... todos los gustos: es el pluralismo.