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IKUSMIRA

Políticos y vida privada


Hay personajes que reconocen sin complejos haber entrado en política para forrarse, como dijo en una ocasión Eduardo Zaplana, exministro de Aznar que acaba de ser detenido por blanqueo de capitales. Otros, mientras tanto, perpetran sus corruptelas de una forma más discreta, pensando quizás que nunca les van a pillar.

Y desgraciadamente, en el panorama español son muchos los que consiguen llegar al fin de su carrera política sin que se hagan públicos sus chanchullos. A no ser que se encuentren en el camino con avezados periodistas de investigación como Eduardo Inda y Manuel Cerdán, embarcados en su particular cruzada contra los corruptos… contra los que en ese momento interesa dar cera, claro está.

Lo hemos visto con Cristina Cifuentes y lo acabamos de ver también con la compra del chalé de Pablo Iglesias e Irene Montero, aunque no exista rastro de delito.

Ahora bien, hay políticos que nunca se cruzarán con este azote de corruptos e incoherentes. Como Carlos Urquijo. ¿Se acuerdan? Sí, aquel delegado del Gobierno español que fue cazado comprando en un puesto callejero de productos falsificados, en compañía de su mujer y sus hijas. El defensor a ultranza de la legalidad, incumpliendo al ley de forma flagrante.

Pero claro, aquello era un «asunto privado», como él mismo se apresuró a responder, que fue utilizado para «hacer daño personal y político». Tuvo la suerte de encontrarse en el bando de los sicarios de la pluma, que en ese momento no debían ningún favor. Y de que la Justicia, como todos sabemos, no está para estas cosas.