Mangalica
Calificar a las cosas que acontecen en la rúa, las comisarías y los parlamentos como buenas o malas noticias es una declaración de intenciones emocionales. De los múltiples asuntos de los que diariamente me proporciona información mi electrodoméstico esencial como referencia suprema, yo califico la jerarquía de importancia y de influencia según mis criterios subjetivos, incluso poéticos. Cuando escribo no sé cómo venderán los del PNV su contribución a la estabilidad de España y a la ruina vertebral de Euskadi con el TAV y los presupuestos, pero si hablamos de corrupción y de algo que afecta a la misma idea de la dieta mediterránea y de la singularidad peninsular en el marco de la universalidad, es el cerdo ibérico. Y ahí hay un problema grave. O gravísimo. Y seguro que de por medio hay alguno de la banda de M. Rajoy involucrado.
En el programa de La Sexta “Equipo de investigación” nos enseñaron que hay mucho fraude con la denominación del jamón. Del de verdad, que resulta que casi siempre es de mentira. Es lo que le pasa a Rivera, que solo ve españoles. Y resulta que en los establecimientos del ramo se ven en la estantería de los jamones de ibérico unos muy parecidos, etiquetados de una manera neutra y resultan ser de cerdos húngaros. De Hungría, de una raza autóctona de allí, la mangalica. Y fueron sus reporteros a buscarlos en sus granjas y descubrimos algo fascinante: son cerdos con pelo ensortijado como ovejas. Y no hay muchos, es una raza rescatada. Y se crían para exportarlos a España. En Hungría no se encuentra, excepto en lugares muy especiales porque son carísimos para el poder adquisitivo de los húngaros. Se venden a un precio que, camuflados como ibéricos, producen grandes beneficios a los importadores. Hay caso mangalica. Y lo silencian los medios afectos al régimen aznarista.