A mano
En La Sexta quisieron convertir unas primarias, muy primarias y poco interesantes, en algo de interés e hicieron un especial de los que acostumbran en momentos de relevancia política. No les fue muy mal; no les fue muy bien. Como el propio evento: la trucada elección de los dos candidatos a presidir el seudo partido político, también conocido como banda, que se llama PP. Antonio García Ferreras lo calificaba como un partido de fútbol de Champions, y era, a lo sumo, uno de subida a segunda división. Las papeletas en las que se debía escribir el nombre a mano eran un símbolo. El conteo a mano una incitación a la sospecha razonable. Un sistema demencial, pensado para otras situaciones internas. No se decidía mucho. O lo que se decidió se puede cambiar en unas semanas cuando vayan al congreso en el que votarán los compromisarios, es decir, los elegidos por las castas directivas más algunos de elección directa, pero a partir de una mentira global: nadie sabe cuántos militantes tiene este partido tramposo. El número de compromisarios por delegación es aleatorio. Inflado. Un pufo tras otro.
Supongamos que algo nos afecta este proceso: saldrá el que deba sumir públicamente las sentencias de toda la corrupción que dejó los anteriores equipos, desde Aznar, hasta Rajoy, dos desaparecidos que no han votado en las primarias. Un signo de lo que les importa el negocio cuando ya no están mangoneando directamente. Quizás haya una perdedora, Dolores de Cospedal, pero ganará en diferido porque aupará con sus compromisarios a Pablo Casado, que si sale nos proporcionará minutos de gloria televisiva y política porque tiene unos títulos más falsos que los de Cifuentes. Y está muy cercano a los de Vox. O sea, que estamos a medias de casi todo. De aquí al congreso van a venir las puñaladas de verdad. Y después las vacaciones.