Aritz Intxusta
Periodista
IKUSMIRA

San Fermín te rompe

Todos los 7 del mes siete que recuerdo los recuerdo almorzando en la calle que los que tienen que saber saben. Me sentaba en una mesa en la que siempre había tropecientas personas y siempre faltaba una. Faltaba desde que era veinteañero. Su familia y sus amigos le llamaban, le comentaban lo buenos que estaban los guisos, le decían quién había venido y qué tal estábamos. Yo nací y al poco él se marchó, pero le contaban de mí, pues yo me había hecho un hueco en aquella mesa.

Los caballetes y las sillas bajaban de la casa de la madre de quien no estaba, esa que casi aguanta para verlo libre. Al final, no llegó. En su funeral en San Nicolás, el hijo seguía custodiado por agentes.

Uno de los hermanos bajaba los tablones para los almuerzos del 7. Eran demasiado grandes para llevarlos solo, pero le daba igual. Era un portento físico.

La alegría de ese hermano monopolizaba el almuerzo. Se paseaba por detrás zarandeando a todos y animando a beber y probar platos. Tengo clavada su sonrisa. Era un sanferminero titánico, de los de txapela de ala corta y bombacho azul, no pantalón blanco. Del Muthiko. No os imagináis lo contento que estuvo el día que su hermano, tras caer la Parot, pudo sentarse con todos. Los años, para según qué cosas, pasan muy lentos.

Estas fiestas no está ese hermano, y él es una de las personas de las que aprendí a entregarme a los sanfermines. El dolor de la familia es tanto que este año, después de tres décadas sin fallar, no ha habido almuerzo el 7. Putas fiestas. Supongo que no se pueden vivir sin llorarlas. Este año toca. No sabía si contarlo. Barkatu. Lo decidí el martes. Muxu bat, G.