Migrantes
Se acabó el desfile de toros a la carrera por las calles de Iruñea. De las supuestas novedades aplicadas en esta ocasión una me deja con el ánimo templado: una pasada virtual por el recorrido, que no es nada de nada. No digo que no lo será en el futuro cuando alguien lo sepa utilizar de manera efectiva, pero las pruebas han sido bastante ridículas. Para contarnos los muertos, no es preciso hacer nada más. Alguien le vendió la idea que pudo resultar apetecible sobre el papel, pero en la práctica, se ha quedado en muy poco.
Hoy termina el campeonato Mundial de fútbol y tenemos una magnífica paradoja, una expresión máxima del postcolonialismo. Francia, una de las selecciones que optan a ganar, es un equipo formado por muchachos de procedencia africana en un porcentaje muy elevado. Migrantes ellos mismos o hijos de emigrantes. Si destacan dando patadas al balón, su integración es inmediata. No existe discriminación ninguna. Nigeria, Senegal, Congo, Mali, Camerún, Marruecos, Argelia, Togo. Si ganan no generarán excesivos rechazos entre la extrema derecha. Un apunte ligero para entender del cinismo europeo.
Frente a ellos, Croacia, un estado-nación con veinticinco años de vida. Algunos de sus jugadores sufrieron la guerra, el exilio, se tuvieron que refugiar. Fueron migrantes y víctimas de un desastre humanitario. Han llegado a la final. Tienen una presidenta que viaja por su cuenta, no a cargo del Estado. Un espejo. El emigrante estelar es Cristiano Ronaldo, que se va a la Juventus, un equipo propiedad de los Agnelli, dueños de la FIAT. Los trabajadores en lucha por el convenio y los recortes, preparan huelga porque se han gastado una barbaridad de dinero en el fichaje y que le pagan treinta millones de euros netos al año. ¿Qué diría Marx de todo esto?