GARA Euskal Herriko egunkaria
IKUSMIRA

Desde Euskal Herria miro a Catalunya


Me gustan Catalunya y sus gentes. Será cosa de la edad, pero donde hubo volcán se estiman la calma y la paciencia, que también es cosa revolucionaria. Siento reflejo en la determinación expresada con tranquilidad, sin el sonido bronco, el ruido, que en tantas ocasiones ha hecho ininteligible nuestro mensaje de paz, libertad y democracia plenas.

Miro desde Euskal Herria hacia el este y creo ver un pueblo fenicio que quiere ser dueño de su presente y su futuro, en el que caben mil culturas, abierto al mar y cultivado en Montserrat. Un pueblo con personalidad, lengua, forma de ser y estar. Una nación, en definitiva.

Y frente a todo eso, la brutalidad de la falsa España de Isabel y Fernando, la que ha vendido el mar a los especuladores de Benidorm o Marbella y que busca refugio espiritual en el Valle de los Caídos.

Será por eso –y por ignorancia, claro– que a uno le duele y le confunde el espectáculo de fragmentación del independentismo al que asistimos en estos días. Desde el respeto, lloro.

Disfruto de mis amigas y amigos catalanes, atiendo sus argumentos y entiendo sus prisas y sus pausas, pero no tengo temple para ver el jarrón roto.

Catalunya será dueña de su destino más pronto que tarde y confío, además, en que será una república regida desde la izquierda, desde los mejores valores de la Humanidad. Pero para recorrer el tramo que falta, sobran el cainismo y la cicatería.

Los independentistas vascos queremos vivir la emancipación de Catalunya. Para lograrlo, recompongan el jarrón. Mesedez.