AUG. 07 2018 DE REOJO Que se vaya Raimundo Fitero Se lo cantaron con aires festivos en Gasteiz cuando el protofascista Pablo Casado utilizaba de nuevo la mentira y el odio para asegurar que no iba a tolerar el traslado de los presos vascos a cárceles cercanas. Vuelven a utilizar a ETA, las víctimas, el dolor ajeno, los emigrantes para ir creando un clima de tensión para intentar volver a controlar los contratos con los que se alimentan y corrompen. Por eso el cantarle “que se vaya, se vaya, se vaya…” es un canto institucional, absolutamente apropiado para decirle a este mentiroso, manipulador e inhumano dirigente político, una de esas personas que toda su hoja de servicios es vivir del erario público desde hace quince años. Su máster es mentira. Un regalo, una prevaricación administrativa y cohecho impropio. Lo dijimos cuando salió con tanto énfasis, cuando apareció la primera noticia sobre su caso. Ahora está claro, se lo regalaron por ser un cachorro pepero cuidado por Esperanza Aguirre. Lo dice una jueza que fue alto cargo en el PP de Rajoy. Y dice el descerebrado Inda que por eso mismo lo ha imputado, para no quedar mal. Los idiotas y los mentirosos se juntan astralmente y en la compra de sus pulseras de cobre. Paco Marhuenda anda también desencajado. Haciendo ver que eso no es nada. No, nada, eligen a un jefe de la banda que viene ya con imputación vergonzosa. Lleva muchos números para ser Pablo el Breve. Se va a repetir lo de Cifuentes, pero con mayor desgaste mediático y político general porque su sonrisa de tiburón no borra la indignidad de alguien que no parece haya estudiado mucho, pero que le ha cundido como a un superdotado. Y lo es. Del descaro y la suplantación. Y su discurso violento lo demuestra. Que se vaya, se vaya, se vaya... Se lo van cantar allá por donde vaya. Aunque no haya playa. Y de paso se lleve a Maroto con su moto trucada y su cinismo.