Gafas de sol
Siento vértigo cuando aparecen imágenes, vídeos, grabaciones de hurtos, de preparación de acciones de terror, de coacciones, audios de chantajes y complicidades, con meses de retraso. Incluso con años. Tras la entrada en prisión de uno de los salvajes miembros de La Manada en prisión preventiva en Sevilla por el robo de unas gafas de sol, inmediatamente aparece otro vídeo grabado en Donostia donde estos bestias están robando gafas de sol. Veinticuatro horas antes de cometer la violación colectiva. Y estos tipos, condenados en primera instancia, siguen libres para poder seguir robando, violando o planificando su fuga. Y el tribunal de Iruñea no se da por enterado. Se demuestra que son gente de poco fiar, delincuentes habituales. Y algunos son miembros, todavía, de cuerpos del ejército español, con sueldo, pero sin destino, es decir vacaciones pagadas. Toda una declaración de principios.
Las gafas de sol son siempre una calificación estética de sus portadores. Robadas, compradas en óptica, grandes almacenes o a mantero. Y, por lo tanto, la estética arrastra a la ética. Bueno según el mal estudiante Casado, la ética, son las leyes. O sea, no tiene un pase democrático ni ético este tiburón ultra bien peinado. Para la banda de casado todo se resuelve en los juzgados: la política y la ética. Estamos ante una implosión ideológica. Son los tribunales quienes están demoliendo a esta gran mafia.
No obstante, estos días de gafas de sol, hemos visto unas imágenes del metro de Valencia donde los pasajeros salen de estampida al escuchar a nueve predicadores evangelistas dando sus mensajes apocalípticos. Cosas veredes, que parecen pertenecer a alguna ficción americana pero que está proliferando de manera obsesiva. Esto es una colonización religiosa devastadora. Y dan miedo, como se pudo comprobar.