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JO PUNTUA

La lucha sigue


Se llamaba Liliana Herrera y tenía 22 años. Murió hace cinco días en Santiago de Estero, a causa de una infección generalizada tras practicarse un aborto en condiciones insalubres. Por miedo a la condena legal y moral, acudió a urgencias demasiado tarde. Deja en este mundo a dos niñas, de 3 y 6 años, que tenían un millón de veces más derecho a tener madre que un embrión a existir. Cuando se publique esto, los tres senadores de su provincia, habrán votado contra la legalización del aborto en Argentina, contra la vida y la libertad de Liliana. Contra la libertad y la vida de todas las mujeres. Cada año, casi 50.000 argentinas son hospitalizadas y perseguidas por culpa de esta prohibición misógina y feminicida que, muy probablemente, hoy el Senado decidirá mantener. Aunque ya nada volverá a ser igual.

Con el corazón y el coño en un puño, charlo con mis amigas de la diáspora argentina. Diego García Amatos, la clava. «La raíz sigue siendo la misma: mantener la sexualidad femenina como algo culposo, el embarazo como un castigo que se puede infligir. La verdadera función de la prohibición del aborto es hacer vulnerables y subalternas a las mujeres, mantener la posibilidad de marcarlas, castrarlas para su proyecto vital». Helen Torres vuelve a narrarme el absoluto desamparo en que abortó ilegalmente en Buenos Aires en 1987. Hoy tiene un precioso chaval de 22 años. «Esta es innegablemente una cuestión de salud pública, de castigo a la pobreza y de control y humillación sobre los cuerpos con útero».

Diego me recuerda que ni siquiera la aprobación de la ley lo cambiaría todo, aunque es más que deseable. Para Helen, «la máxima emoción está siendo ver a un sector muy grande de la sociedad, liderado por un discurso feminista, unido contra los fachas. Y que los machos y los opusianos se hayan tenido que quitar la careta».

Me conecto, inquieta, otra vez a la sesión parlamentaria: tengo que mandar ya esta columna. Una senadora, pañuelo verde en la muñeca, cita a la feminista argentina Dora Barrancos: soy vieja, no tengo otro remedio que ser optimista.