AUG. 20 2018 DE REOJO Cerveza Raimundo Fitero El consumo de cerveza en verano forma parte de una manera de estar. En las fiestas se consumen litros de cerveza como para llenar un pantano. Acabo de leer un informe económico en el que se asegura que el noventa y ocho por ciento de la cerveza está en manos de cuatro familias. El término familia se debe traducir libremente como en empresas multinacionales. Ahora mismo, cuando veo el anuncio de cerveza artesana siento el escalofrío de la estafa. Forma parte de la mercadotecnia, como bio, natural, sin gluten. Modas, malos usos de conceptos de la antigüedad del bien nutrirse. En una gran superficie vi que se habían extendido tanto las estanterías de productos saludables que ocupaban más que de los considerados normales. Es un mercado en crecimiento. Mi médico me dice que la cerveza sube el ácido úrico. A la que etiquetan como artesana le suben el precio. Todas las grandes marcas tienen su gama de artesanas. Por lo que no dudo. O me la hace mi cuñado en su bajera, o me decanto por la que está de oferta en mi lugar habitual de proveerme de salvaciones circunstanciales para tardes anodinas. Mi razonamiento para la elección de una u otra podría venir de una constatación reiterada. Tengo el convencimiento de que los cortos más interesantes que se ruedan en primavera son los anuncios de varias marcas de cerveza que compiten en la belleza narrativa, que llevan firma de autor y que simplemente nos retratan un mundo donde el sol, la compañía de grupos de jóvenes, la música y la fiesta forman parte inequívoca de esa cebada líquida, de esa espuma condensada de la de doble malta, o de esa espesura de las cervezas canónicas de los trapenses belgas. Un buen anuncio puede romper con nuestra fidelidad. Se anuncia una sin alcohol que asegura que es para quien sea muy cerve-cero.