IKER UNANUA
GUTUNAK

Maravillas gaztetxea: hacerlo durar y darle espacio

«Las ciudades invisibles se presentan como una serie de relatos de viaje que Marco Polo hace a Kublai Khan, emperador de los tártaros... A este emperador melancólico que ha comprendido que su ilimitado poder poco cuenta en un mundo que marcha hacia la ruina, un viajero imaginario le habla de ciudades imposibles, por ejemplo una ciudad microscópica que va ensanchándose y termina formada por muchas ciudades concéntricas en expansión, una ciudad telaraña suspendida sobre un abismo, o una ciudad bidimensional como Moriana...».

Esto es la introducción que el propio autor, Italo Calvino, hace de su libro “Las ciudades invisibles". Aquí, sin embargo, hablamos de una ciudad que renuncia a su vida y se convierte, como una ciudad europea más, en un gran y precioso escaparate turístico, en el que solo se puede consumir y no hay margen para crear. Reclamemos el derecho a la ciudad que declaró Lefebvre «no a la ciudad antigua, sino a la vida urbana, a la centralidad renovada, a los lugares de encuentros y cambios, a los ritmos de vida y empleos del tiempo que permiten el uso pleno y entero de estos momentos y lugares». Lugares, con valor de uso y no de cambio. Dando protagonismo a la gente y sobre todo a los grupos organizados que ven en el espacio (vacío durante años) posibilidades de uso y creación y no mercancías intercambiables en un mercado que ya hemos visto a donde nos lleva. Como Marco Polo concluye en el libro que citábamos al principio:

«El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio».