Una edición de la Quincena marcada por la regularidad
Tras casi un centenar de espectáculos durante todo el mes de agosto, la Quincena Musical de Donostia llegó anoche a su conclusión. La de este verano ha sido una edición marcada por la regularidad, con propuestas de un nivel medio más que notable y muy pocas decepciones, pero, en cierto modo, también sin grandes sorpresas reseñables.
La Quincena Musical, liberada ya de los malabares presupuestarios que tuvo que hacer en las ediciones post-crisis, ha logrado redondear este verano una programación sólida en todas sus vertientes. El nivel de las orquestas, bien conocidas por estos lares, ha sido elevado y la presencia de la Filarmónica de Hamburgo fue una novedad bienvenida. No solo ha habido ópera representada, también un segundo espectáculo escénico de manos de La Fura dels Baus, y tres si contamos la producción infantil “Itsasotik eskolara”. No ha faltado tampoco la danza, con dos espectáculos potentes –“Adio” de Kukai y “Las noches bárbaras” de Koubi–, ni algunos solistas de primerísima fila, como Christian Gerhaher o Yefim Bronfman.
Pero lo que diferencia a la Quincena de otros festivales es el gran número de espectáculos más pequeños que se distribuyen a lo largo de todo el mes. En ese aspecto, el Ciclo de Órgano, que este año cumplía su 35 aniversario ha ido como la seda; el Ciclo de Música Antigua quizá ha confiado demasiado en artistas locales, echándose en falta algún otro grupo de prestigio internacional; y el Ciclo de Música Contemporánea ha tenido importantes altibajos de calidad. Lo más reseñable, con todo, es la pujanza del ciclo itinerante Quincena Andante, que ocupa ya una cuarta parte de la programación del festival y ha llevado conciertos muy interesantes fuera de Donostia.
Las asignaturas pendientes de la Quincena siguen siendo las mismas que en los últimos años: escapar de una tendencia cada vez más conservadora en la selección de obras que se programan en el Kursaal; una mayor defensa de la música vasca –“Amoria” de las Labèque fue un éxito, pero no es la fórmula que debe marcar el camino–; y no olvidar que un festival no puede acomodarse en un mismo círculo de artistas y debería ofrecer, cada año, algo extraordinario y fuera de lo común.
Destacados
LOS MEJORES
Orquesta de Budapest
La mezcla perfecta de maestría musical y diversión.
Inégal Ensemble
Música antigua sin sorpresas pero de la mayor calidad.
Christian Gerhaher
Pocos en la actualidad pueden cantar Mahler como lo hace él.
SORPRESAS
Cuarteto Gerhard
Un cuarteto aún joven pero que va camino de convertirse en un referente.
Juan de la Rubia
Su transcripción al órgano de las “Diez melodías vascas” de Guridi desbordó cariño y pericia técnica.
Amoria
Las Labèque hallaron la magia en la encrucijada entre el repertorio clásico y popular.
DECEPCIONES
Orquesta de Rotterdam
Yannick Nèzet-Sèguin es el director más sobrevalorado. Destrozó a Tchaikovsky.
Las noches bárbaras
Una propuesta poderosa pero que levantó interrogantes sobre su nivel de danza.
La italiana en Argel
Fue una producción notable pero no tan divertida como prometían.