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Serbia y Kosovo ultiman un polémico y balcánico intercambio territorial

Los presidentes serbio y kosovar, Aleksander Vucic y Hashim Thaçi, volverán a encontrarse hoy en Bruselas al final de un verano que ha sacudido el tabú del intercambio de territorios en los Balcanes. Fin de una situación de bloqueo para unos, caja de Pandora para otros.


Ni uno ni otro reconocen de qué están hablando concretamente en sucesivos encuentros este verano. Aleksander Vucic, un halcón panserbio reconvertido en defensor de la integración de la UE viaja el domingo a Mitrovica, enclave mayoritariamente serbio en el norte de Kosovo. Hashim Thaçi, antiguo líder político de la guerrilla albanesa UÇK, señala a los críticos en su propio Gobierno que «‘no’ a una partición según líneas étnicas, ‘sí’ a un ajuste fronterizo con reconocimiento mutuo». En el trasfondo, y tal y como ha filtrado la prensa, el intercambio del norte Mitrovica por el valle de Presevo en Serbia, donde los albaneses (60.000) son mayoría, se niegan a ser censados y en 2001 apoyaron una revuelta armada local al calor de la retirada serbia de Kosovo tras la campaña de bombardeos de la OTAN en 1999.

20.000 serbios viven en Presevo y los albaneses son mayoría hoy al sur del río Ibar, que divide Mitrovica. Parte de los 120.000 serbios que resisten en Kosovo viven en pequeños enclaves del centro no concernidos por ese supuesto acuerdo.

La oposición es feroz. El primer ministro kosovar, y exguerrillero, Ramush Haradinaj, habla ya de guerra. El patriarca ortodoxo serbio compara el correspondiente reconocimiento de Kosovo con la «pérdida de Jerusalén (...) Lo que se pierde por la fuerza se puede recuperar, lo que se da se pierde para siempre». Más allá, los no alineados alertan de que ese intercambio sería exigido por los albaneses de Macedonia y por los serbios de Bosnia.

Todo ello sin olvidar los obstáculos jurídicos, que instan a respetar las delimitaciones administrativas precedentes. Todo ello sí, pero, ¿y qué hacer?