Luz entre las sombras
Parece que al final no fue para tanto. El SD no dio el sorpasso que le habían prometido, la socialdemocracia obtuvo, sí, los peores resultados de su historia pero se puede dar con un canto en los dientes vistos los sondeos, y Europa ha exorcizado su enésimo demonio.
Es una forma de leer lo ocurrido en Suecia. Otra es constatar que la izquierda, con todos sus matices, apenas suma un 40% frente al 60% de la derecha, extrema o mediopensionista, y que Åkesson ha llegado para quedarse. Un 18% de votos es mucho para achacarlo a factores coyunturales. No, es un problema estructural que se asienta en el miedo. Miedo a perder lo que uno tiene; en términos económicos, asistenciales, culturales... Miedo al futuro aderezado con nostalgia de un pasado que siempre, siempre, fue mejor.
Sin embargo, otro factor explica el auge del populismo pardo: el hastío. La gente está muy harta del turnismo entre aquellos que integran un mismo sistema plutocrático. Y ahí se enciende la luz del titular.
Porque ese sentimiento tiene también expresiones alentadoras y ha hecho brotar iniciativas que han traído aire fresco a todo aquel que mira al mundo desde la izquierda. El voto urbano y joven es decididamente progresista, el empoderamiento de la mujer avanza con fuerza arrolladora, las calles de EEUU bullen como hacía tiempo que no ocurría... Hay mil ejemplos. Así que igual basta de regodearse en la depresión; es cansino.
Cuando leo algo sobre ultras xenófobos yo me acuerdo de la patada que le dieron en Gasteiz a Maroto, cuyos votantes, por cierto, no son menos fachas que el hipster sueco. Y pienso que hay partido si estamos dispuestos a jugarlo.