Gloria LATASA
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Mirando al cielo

Lejos de toda contaminación lumínica –en el refugio de Ayous, a 1.980 metros de altitud– contemplé hace algún tiempo una maravillosa noche estrellada. Y, aunque solo la pude observar unos minutos, debo admitir que me conmovió. Con aquella imagen en la cabeza y aspiraciones más elevadas –ambicionaba ver la Vía Láctea– he subido este verano al Refugio Chabod, a 2.710 metros.

Lo que yo deseaba ver es la agrupación de estrellas, cuerpos celestes y materia cósmica que forman nuestra galaxia. Una espiral aplanada –100.000 años luz de anchura y 1.000 años luz de espesor– con 13.600 millones de años de antigüedad. En uno de sus laterales se encuentra el sistema solar (y, con él la Tierra) girando a su alrededor a razón de una vuelta cada 225 millones de años. En noches despejadas se puede ver como una inmensa franja blanca atravesando el cielo de lado a lado.

Subía al Chabod optimista gracias a una maravillosa previsión del tiempo para ese día, la noche y el día siguiente. Un cómodo ascenso por bosques, prados alpinos repletos de flores, cimas a la vista como Gran Paradiso y maravillosas morrenas que pude visitar antes de llegar a destino. La noche prometía ser mágica, sin problemas de contaminación lumínica y con un cielo totalmente despejado.

Sin embargo, a medida que empezó a caer la tarde algunas señales en el cielo comenzaron a ser contradictorias. Por una parte, un maravilloso atardecer tiñó de rosa el paisaje, corroborando lo que anunciaban las previsiones. Por otra parte, la luna –casi llena– se rodeó de una corona que no presagiaba nada bueno; del mismo modo, una extraña nube comenzó a mostrar signos de inestabilidad atmosférica.

Al hacerse de noche aparecieron algunas estrellas y planetas. No obstante, la luz de la luna, un foco que señala el refugio y algunas nubes impidieron que hubiera una buena visión del cielo. No habría Vía Láctea, aunque sí una pequeña sorpresa. Una fuerte tormenta nocturna (que la luna y las nubes habían anunciado) se desató de pronto desafiando a las previsiones y mostrando que, en montaña, es esencial vivir mirando al cielo.