Seguimos aquí

Se publican estos días abundantes noticias sobre la nueva «isla» de Bilbao que voy siguiendo con interés, y caigo en la cuenta de que se me queda un poso agridulce: dulce cuando se nos describe el futuro deseado, y amargo cuando se habla de su presente porque abundan palabras como degradado, inseguro, ruinoso... que no me parecen del todo justas.

Por otra parte, me llama la atención que ni si siquiera se hable de la existencia de nuestra parroquia –San Pablo– que tiene sus feligreses, su actividad, su historia, y que este mismo 2018 está cumpliendo sus setenta años ininterrumpidos de presencia y servicio en el barrio. Me molesta porque nosotros seguimos aquí, no nos hemos ido, ni hemos cerrado las puertas, no estamos ni en ruinas, ni a la venta, y aunque somos pocos no queremos ser ninguneados. Al contrario, damos gracias por cuantas personas han mantenido aquí un testimonio cristiano comunitario en toda clase de circunstancias, y a veces bien difíciles.

El pasado domingo, al terminar la misa, estuvimos hablando de todo esto y coincidíamos en la necesidad de manifestarlo públicamente, que es lo que como párroco he pretendido con estas líneas. Sencillamente para que conste que aquí seguimos.