Palomas
Las palomas han sido símbolos de paz con diferentes diseños. Con un trozo de olivo representa el fin del diluvio. En uno de los misterios más cargados de fe alucinógena, la santísima trinidad, el embarazo de María, y un sinfín de mitología cristiana. Por lo tanto, lo que hizo ese supuesto artista gallego en el valle de Los Caídos pintando una supuesta paloma en rojo sobre la lápida del dictador, y escribiendo “Por la libertad”, filmado por un acompañante, dejándose atrapar por los seguratas y abroncado por un monje con pintas de totalitario, diciendo en voz alta, “no tengo nada contra Franco”, me tiene soliviantado.
Fue una performance demasiado contradictoria. Si no tiene nada contra Franco, lo proclama ante la cámara que le está grabando, es que está a favor del dictador. Es decir, podemos especular que pedía la libertad del cadáver, ya que la libertad convertida en un eslogan es una de las tendencias actuales, la confusión, la falta de concreción, el decir sí y no a la vez. La libertad en abstracto unida a no estar contra Franco es un mensaje asimilable por Vox. El resumen escueto es que se trata de un gallego que parece limitado, escribiendo encima de las reliquias de otro gallego que hizo un mal ilimitado. La cosa no es para bromas.
Las palomas torcaces, las palomas mensajeras, las palomitas. Las palomeras. Miro a la tele y me siento observando un palomar. Hasta veo palomos. Y algunos son cojos y otros locos. Por cierto, además de la poesía, del simbolismo, las palomas comunes que habitan en las ciudades se han convertido en un problema de salud pública. Y se hacen campañas secretas de exterminio. Por lo tanto, mirando su corto vuelo, mirando su gregarismo, no soy capaz de encontrar una buena metáfora para acabar esta entrega que de manera imperante intenta no hablar de lo que todos hablan.