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Nafarroa: ¿y si es un infarto providencial?


Suena extraño, lo sé, pero existen los infartos providenciales. No provocan la muerte pero impactan de tal modo que cambian hábitos permitiendo alargar vidas que de otro modo durarían sólo hasta que llegara, sin aviso, un infarto decisivo.

El cambio en Nafarroa atraviesa un momento de infarto: apuesta autoritaria de Geroa Bai, Gobierno y Policía Foral en torno al Gaztetxe y Huertas de Peralta, descomposición fratricida del mundo de Podemos, mesianismo maximalista de Aranzadi en Iruñea… Hay nervios, mala leche y una frustración que hay quien tiene mucho interés en profundizar, para generar la sensación de que la suerte ya está echada.

No olvidemos que el cambio llegó a las instituciones desde la calle, con la oposición férrea del régimen, sin demasiado entusiasmo por parte de algunos agentes que preferían otras sumas para las que no había números y con el boicot activo de quienes habían decidido de antemano que nada iba a cambiar y ahora creen tener motivos para celebrar su profecía autocumplida.

Es la fuerza social la que hizo posible el cambio institucional, la que lo ha mantenido vivo y la que puede salvarlo y fortalecerlo, tomando nota del infarto. Un infarto que surge arriba, no abajo, no lo olvidemos.

La Nafarroa de los movimientos sociales, la que sale a la calle en defensa de las luchas obreras, feministas, la que denuncia la represión aunque la muelan a palos, la que ha llenado sin ir más lejos en un sólo día de diciembre tres recintos en Iruñea con miles y miles de personas para escuchar cantos infantiles, populares y rock en euskera…

Es la Nafarroa de las 80.000 personas en la calle en solidaridad con los jóvenes de Altsasu, la que no traga con desalojos ni abusos. Esa Nafarroa no ha infartado.

Toca otra vez canalizar esa energía, hacerla políticamente relevante para que algunos miren más allá de sus intereses sectarios y sus cálculos electorales.