El sufrimiento como espectáculo rentable
Todo el mundo sabía que el niño estaba muerto: una caída de más de cincuenta metros a través de un orificio de veinticinco centímetros de diámetro plagado de aristas, más de tres días sin hidratación alguna y con desprendimientos sobre su cuerpo. Pero dio igual, nadie les iba a frustrar el negocio; los niños, en particular unidos al drama, resultan muy productivos. Todas y cada una de las cadenas televisivas, en los programas de entretenimiento de los horarios de máxima audiencia desplegaron la totalidad de sus medios. Mandaron corresponsales a cubrir día y noche lo que habían decidido fuese «La Noticia».
Los denominados periodistas persiguieron a familiares incidiendo en lo doloroso del suceso, abrieron interrogantes y sospechas, entrevistaron a vecinos y no vecinos de la familia del niño.
Hicieron su aparición los portavoces. Organizaron rezos colectivos, vigilias lo llamaron. Hubo quien afirmó que el niño estaba vivo porque su hermanito, muerto años atrás, lo cuidaba desde el cielo.
Por supuesto los políticos, desbordando empatía, expresaron su desgarro por la situación del pequeño y mandaron abrazos etéreos a la familia. Se abrieron informativos reflejándolo. Todos querían salir en la foto.
Los pocos que se atrevieron a manifestar dudas sobre la posibilidad de encontrarlo con vida tras más de una semana sin comida ni agua fueron tildados de desalmados en las charcas biliosas de las redes sociales. Tuvieron que hacer acto de contrición y pedir perdón.
Mientras, las empresas dueñas de los medios aumentaban beneficios a costa del espectáculo por la ficción de unas falsas expectativas creadas a una familia rota por el dolor de una pérdida irreparable.
Hemos presenciado uno de los circos mediáticos más ruines y productivos en torno al cuerpo de un niño de dos años y a la prolongación del sufrimiento de su familia, para constatar, una vez más, la bajeza moral de los creadores de opinión al servicio de sus amos.
Asco