El juez
Aquí un resignado consumidor de espectáculos televisivos trucados. El juicio al procés, es un asunto televisivo. No soy capaz de determinar su valor jurídico, judicial, político. El televisivo lo detecto, soy capaz de compararlo, tengo elementos de juicio que entienden de puesta en escena, histrionismo, poderío, guion, léxico, diglosia en el lenguaje corporal y hasta de realización, enfoques y selección de imágenes que forman el relato final desde la mediación tecnológica y espectacular.
Atiendo con gusto la serie “The Good Wife”, una historia de abogados y políticos, con casos bastantes curiosos, intrigas económicas, cruces de amores y amoríos y muchos juicios, y ahí aparecen dos o tres jueces habituales y son personajes de una calidad dramática magnífica, interpretados con categoría y que siempre llaman la atención por su perspicacia, sus intervenciones siempre son brillantes, buscando el protagonismo circunstancial y logrando que esos pasajes que tantas veces son transitorios en la narración se conviertan en atractivas, porque, además, siempre aportan asuntos cruciales para el desarrollo de los casos.
En el Tribunal Supremo la cosa empieza a ser esperpéntica. El juez cercano a la banda de Casado, Manuel Marchena, quiere protagonismo. Incordia, corta el ritmo, siempre a favor de las tesis políticas que representa. Si se cuentan los minutos, seguro que es el que más interviene. Intenta dar lecciones a fiscales, abogados y testigos. Y las da, pero de intolerancia, impertinencia y tendenciosidad. En cualquier serie de entidad, su personaje duraría medio capítulo. Aquí lo tendremos encabezando telediarios durante demasiadas semanas. Soraya y Mariano, mintieron, como siempre. Montoro, azuzó las dudas. Urkullu derrumbó mentiras gubernamentales. Parece que la sentencia está ya redactada.