MAR. 07 2019 DE REOJO Detergentes Raimundo Fitero Acaso sea la conciencia alterada de quienes viven de una intención sesgada por encima de sus capacidades neuronales lo que nos lleva a situarnos, a unos días de la fecha en la que Miguel Gila cumpliría cien años, ante situaciones que no se explican sin un pleno conocimiento de la obra del cómico que hizo del teléfono un complemento de su humor y de su concepción de un mundo en donde el absurdo era una fórmula de supervivencia. En el Tribunal Supremo hay una suerte de espectáculo televisivo cargado de desfases horarios, declaraciones de testigos que acusan, de jueces que impiden a las defensas defenderse y ahí, donde hay tanto material para la infamia democrática, hemos escuchado una aseveración que escapa a cualquier sentido de la justicia, o que en justicia es un homenaje a Gila, con casco de guerra: aseguran que las huestes del Piolín cayeron en «la trampa del Fairy». Exacto, de ese detergente que provocó una pelea entre Villarriba y Villabajo. Los independentistas, en su estrategia de rebelión utilizaron armas químicas: tiraban Fairy para que resbalaran los aguerridos aporreadores de la ciudadanía en votante actitud revolucionaria y con intenciones de toma de la Bastilla, el Kremlin y la Casa Blanca, si no intervienen. Ninguna pregunta más. El mismo día, a la noche, allá donde anidan todas las soberanías expropiadas de la españolidad más castiga, pura y reaccionario, el campo de fútbol sede del Real Madrid, un equipo de nombre Ajax, como otro famoso detergente, humillaba y echaba de la competición europea las inversiones de Florentino Pérez. Obviamente la guerra sucia, la guerra química, la metáfora del hundimiento del españolismo soberbio, además, el día antes de que ese club tan querido por el genocida sin exhumar cumpliera ciento siete años. Detergentes y efemérides.