MAR. 20 2019 DE REOJO El cuchillo Raimundo Fitero Por casi todos los medios se difundió una imagen en la que se veía a un joven que iba en un vagón de metro afilando un cuchillo de grandes dimensiones. Se especuló, se hicieron casi editoriales y al poco se ha sabido que se trataba de un cortador de jamón, que iba a su trabajo, preparando sus herramientas. Creo que es una auténtica muestra de la irrealidad en la que se nos coloca, en esa tensión informativa en donde casi nada es verdad y hasta las mentiras son mentiras manipuladas. Por ello, mi estado excitado de suspicacia me lleva a considerar que hasta lo del jamonero es una mentira. Un entretenimiento político. La metáfora del cuchillo extraviado, las cámaras convertidas en cómplices de todas las mentiras. La semana pasada estuvimos atrapados con el relato mediático de la desaparición de dos niños en una finca y se nos estuvo engañando, manipulando de una manera vil, durante las conexiones. Se nos enseñaba un edifico derruido, con una pintada en su frontal que nos llevaba a la confusión y todo se basaba en que los padres, acusados de asesinato de sus propios hijos, vivían ahí, y era una gran mentira. En alguna ocasión, algún cronista explicó que estaban de okupas, pero en una casa adyacente, no en esa ruina, que era colindante. Para el morbo quedaba mejor hacer creer que vivían en esas lamentables condiciones. Esta situación llevada al territorio de la tóxica campaña electoral nos lleva la alerta total. La intoxicación constante, en todos los medios y formatos, de los mensajes franquistas absolutamente deleznables nos hace ponernos un poco campanudos y colocarnos al frente de la manifestación, movimiento o grupo de acción antifascista. No hay que ceder ni un milímetro. Se acabó el disimulo, a los fachas los llamaremos fachas. Y los fachas salen en la tele cada día. Cuchillos jamoneros. Cristales rotos.