Idai
En el canal 24H de TVE ofrecieron muchos minutos de la intervención de Pablo Iglesias en su retorno a la vida mitinera. Le ha crecido el pelo, ha cambiado de champú y acondicionador de ideas, pero sigue metido en una burbuja egocéntrica que le impide ver la realidad demoscópica y política. En la plaza a las puertas del Museo Reina Sofía, rodeado de sus fieles seguidores, desgranó un rosario de tópicos, utilizando ese lenguaje antiguo en el que se mencionan a los supuestos enemigos con un ritmo cansino, aunque tono sobreactuado y que solamente levanta el ánimo de los vendedores de maquinillas para arreglar las barbas incipientes. El mesianismo que llega para sumarse al vocerío, quizás, al reconocer esa vergüenza ajena que han producido, se excluía Él, cuando muchos piensan que lo más vergonzoso es fiar todo a la figura de alguien que asegura que cambiar pañales y dar biberones le otorga un valor añadido. Micromachismo posmoderno. El programa de Podemos es la vuelta de Iglesias. Lamentable.
En Mozambique el ciclón Idai ha dejado más de cuatrocientos muertos, según datos provisionales, cientos de miles de afectados, brotes de cólera en la zona y por arte de la infamia informativa en la que vivimos, ha desaparecido esta desgracia catastrófica de las escaletas de las televisiones, de las portadas de los medios. Los gestos cotidianos nos van acelerando la deshumanización en la que estamos inmersos. Un accidente de tráfico en una rotonda de nuestro pueblo puede abrir un noticiario y esta desgracia monumental pasa rápido a los archivos. Consumimos muertos lejanos con afición pantagruélica como si fuesen juegos virtuales. Además, consideramos que suceden esas desgracias porque son países subdesarrollados y no queremos admitir que son síntomas de un gran catarro climático que no se cura con aspirinas.