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Hijabs y hakas contra el Terror


La respuesta de la población neozelandesa al atentado de Christchurch me ha sobrecogido. La actitud de la primera ministra expresando sus condolencias y su solidaridad hacia las víctimas es esperanzadora. Como lo fue la lectura del poema de Nordahl Grieg, dedicado a la juventud, tras la matanza de Oslo y Utoya, en 2011.

La solidaridad se manifiesta con salawat, hijabs, kapa hakas y flores. Un bricolaje de rituales, ceremonias y símbolos contra la indiferencia estadística y el miedo. La imagen de Michelle Evans, la policía que custodia el Memorial Park con un rifle, una rosa y un pañuelo, es tan eficaz como omnicomprensiva.

El duelo posibilita la transacción social por la que hijab deja de ser un signo ostensible de opresión de las mujeres para convertirse en armadura simbólica del «somos uno, ellos son nosotros», pronunciado por Jacinda Ardern. Este velo no es teodicea del sufrimiento, es solidaridad en estado puro. Alegoría y representación colectiva que encarna lo universal de la sororidad y la fraternidad.

El supremacismo blanco es una ideología racista heredera de la esclavitud y el colonialismo. Practica el eugenismo político, social y militar, operando un (inter)cambio brusco de alteridades, de Marx a Alá: de trabajadores inmigrantes a musulmanes.