Hologramas
Los asesores electorales de los partidos proporcionan material impagable a la competencia y a los columnistas. Deben existir en las nubes archivos secretos con cantidad de imbecilidades usadas en anteriores campañas, de todo el mundo, incluso del espacio exterior. Abro paréntesis. Los israelitas han estrellado su satélite en la Luna. Cierro paréntesis. Parece que los partidos que van detrás, en remontada, usan de los más peregrinos recursos para aparecer en los medios. La última, la que me ha dejado con el artículo hecho, aunque cruzado, es el holograma con Zape Rivera en la población castellana de Pedraza para que sea la imagen de la famosa noche de los carteles, las brochas y el pegamento que ya no existen nada más que como atrezo.
Si este recurso lo hubiera utilizado cualquier otro candidato, el análisis de esta ocurrencia se podría despachar con tres frases hechas, pero al ser este personaje voluble, volátil, cambiante, nos lleva a la sospecha de que es un holograma siempre. Que no existe, que es una suerte de espíritu diabólico de la ultraderecha sociológica y económica que lo usa, lo pone y lo quita, le pone una cinta de audio con una carga ideológica u otra, dependiendo de lo que se necesita en cada ocasión. Aparecerse en esa villa segoviana de esa manera, tal como lo hemos visto en casi todos los informativos, nos provoca una inquietud que escapa a cualquier impulso político, estamos ante lo sobrenatural. No era vacuidad, era auténtica inexistencia.
Estoy repasando las imágenes de ese incidente en la universidad barcelonesa con la aristócrata candidata de la banda de Aznar, y busco los hologramas esos que se detectan al fondo y levantan de manera provocadora y ostensible el brazo con saludo fascista. Porque no pueden ser acompañantes, ¿verdad? Seguro que los han colocado los independentistas.