Habrán visto las imágenes del ciudadano que rompe una papeleta ante las urnas después de despacharse a gusto en la mesa electoral. Discrepancias aparte, está en su derecho de utilizar su derecho al voto para hacer como que no vota. Porque lo malo de la abstención, en cualquiera de sus variantes (abstención activa, pasiva, no voto porque todos son iguales, o me voy a la playa que hace buen día), es que nunca es abstención y siempre es activa: son no-votos con efecto voto. En esta ocasión, con el mismo efecto que si hubieran votado directamente al PSOE.

Pero cada cual tiene derecho a hacer con su voto y su no voto lo que le da la gana. Por eso, no han faltado no votos que le han echado un capote a la derecha, a la ultraderecha, al fascismo y a la Guardia Civil, evitándoles lo que hubiera sido un trago amargo: Bel Pozueta, y todo lo que representa, ocupando escaño por Nafarroa. Una opción como otra cualquiera. Legítima y todo. Siempre y cuando no lo hagan en nombre del antifascismo, ni en nombre de la revolución porque el resultado ni hace avanzar la revolución ni retroceder al fascismo, y ayuda, y mucho, a todo lo contrario.

Si no era su objetivo, deberían revisar sus tesis. Si lo era, pueden echarse a dormir, que de asegurarle posiciones al fascismo ya se ocupa la derecha desde hace 80 años.