Otro intento de golpe de Estado en Venezuela

Ayer en Venezuela se activó un intento de golpe de Estado protagonizado por el jefe del Parlamento, autoproclamado presidente encargado, Juan Guaidó, y un grupo de militares que tomaron un puente cercano a una base militar después de haber liberado a Leopoldo López, otro dirigente opositor que se encontraba en arresto domiciliario. El objetivo era evidente, el mismo que no se ha ocultado desde hace muchos meses: activar contra las instituciones legítimas no solo a la población, sino también a los militares.

Aunque el intento pareció ayer quedar de nuevo en una maniobra desesperada y frustrada, y la imagen de ese grupo en un puente pueda parecer hasta cierto punto ridícula, no conviene restarle importancia ni gravedad. Estados Unidos y sus aliados han desatado una campaña de hostigamiento y provocaciones que han sumido a Venezuela en una guerra de nervios. La injerencia exterior busca con ahínco un derramamiento de sangre que ofrezca una excusa para una intervención militar extranjera, que a su vez abra las puertas a hacerse con el control de las riquezas del país. No un hecho aislado, sino un paso más para socavar la soberanía nacional de Venezuela y cambiar a sus legítimos representantes por la fuerza. Y en esa tesitura muchos gobiernos están dando cobertura a esa intervención. Sin ir más lejos, el Gobierno español señaló que no respaldaba ningún golpe militar en Venezuela y que apoyaba un proceso democrático y pacífico, pero, en franca contradicción con esas declaraciones, mantuvo su apoyo al golpista Guaidó como la persona «legitimida» para llevar una transformación democrática.

La oposición venezolana ha mostrado una vez más su carácter antidemocrático. Su único objetivo es echar por cualquier medio a los legítimos gobernantes del país y por ello los ecos de la guerra suenan cada vez con más fuerza en la región. Los demócratas de todo el mundo deberían ser rotundos en su rechazo a cualquier injerencia externa en la soberanía nacional de Venezuela.