Consultas
Las teorías sobre las consultas populares alcanzan un punto de controversia superior, ya que parece que el voto digital puede convertirse en un problema de muy poco control que roce la venganza, el despropósito, la locura o el delito. Ha sucedido en Malasia y parece ser, siempre hay que poner la prevención sobre la presunción de verdad o mentira, que una joven de dieciséis años inició una consulta en Instagram sobre si debía suicidarse o no. Y el sesenta y nueve por ciento de sus seguidores votó D (Death). Y se suicidó. Y ahora la policía y la justicia está intentando encausar a todos aquellos que le incitaron de esa manera al suicidio. Y se habla de nuevo en términos catastróficos del peligro de las redes y de las angustias provocadas por su uso entre los jóvenes. El caso, de ser verdadero, puede ser emblemático.
En plena campaña electoral es fácil hacer comparaciones o ese tipo de metáforas ortopédicas que lleva haciendo Zipi Casado para indicar que se niega a parar el suicidio electoral de su banda y sigue apareciendo de manera constante en las campañas provocando la vergüenza de sus candidatos y el regocijo de sus contrincantes. Zape Rivera es de un simplismo de dibujos animados. Él está seguro de que aporta valor a sus candidatos naranjas, pero en un tono tan contradictorio y anémico que no se sabe ni siquiera si existe Europa. El conocido como yo soy el presidente Sánchez y su equipo ha metido el factor Iceta para entretener y explorar el absurdo mesetario. El efecto inmediato es que Catalunya vuelve a ser un elemento primordial en los discursos. Los aparatos de la injusticia española no permiten la reflexión ni dan una tregua para la distensión. Su obsesión por hacer el ridículo universal empieza a ser estudiado en las facultades siquiátricas e incluso hay una asignatura nueva: neurociencia y derecho español.