JUN. 29 2019 JOPUNTUA ¿Y si pasamos de la tentación del listillo? Floren Aoiz @elomendia Una de las cosas que más daño hacen a la izquierda transformadora es la tentación del listillo, que consiste en esforzarse en demostrar que uno sabía antes y con más seguridad que nadie qué iba a suceder en cada situación. Esto vale para elecciones, procesos de lucha y retos de todo tipo. La tentación del listillo tira hasta el punto de hacer perder muchas energías que podrían, por ejemplo, reconducirse para construir reflexiones colectivas o mejorar la lucha ideológica. Todo eso puede quedar en un segundo plano ante la posibilidad de apuntarse un tanto y así, en lugar de intentar ensanchar los límites de lo posible, abriendo nuevas opciones, el listillo (suele ser un tío, seamos realistas) prefiere postularse como gurú que ayudar a generar pensamiento crítico. Deliberadamente hablo de tentación porque nadie está inmunizado contra ella. Todo el mundo siente alguna vez esa llamada, como una vocecita que sale de dentro diciendo, ¡claro, yo ya lo sabía! Yo la he sentido muchas veces y me he dejado llevar más de lo que debía, seguro. Precisamente por eso cada vez me preocupa más esta tendencia a sustituir la reflexión por peleas de gallos sabiondos. No porque me considere por encima de esas miserias, sino, por el contrario, porque sé qué fácil es caer en ellas, para terminar perjudicando las ideas y el proyecto que queremos defender. Ya me contaréis, por ejemplo, qué horizonte de transformación se genera repitiendo una y otra vez «yo ya lo sabía, siempre ganan los malos». Como si los «malos» no hicieran ya bastante trabajo con todos los medios a su favor para instalar esa idea… Claro que igual el problema es que a veces ceder a la tentación del listillo es una forma de renunciar a construir un horizonte compartido de transformación social, por más que se disfrace de baño de realismo y profundidad análitica. En todo caso, insisto: ¿por qué no pasamos de esta puñetera tentación? La tentación del listillo tira hasta el punto de hacer perder muchas energías que podrían, por ejemplo, reconducirse para construir reflexiones colectivas o mejorar la lucha ideológica