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Escándalos en cascada en el gobierno Bolsonaro


Cuando esta nota llegue al lector, es muy probable que los tres escándalos que se relatan hayan sido ya desplazados por otros nuevos y más graves aún. Es que el presidente Jair Bolsonaro es una máquina de cometer desatinos, algunos de lo cuales pueden costarle muy caro.

El más grave, por su repercusión internacional, fue la difusión de un acuerdo secreto con el Gobierno de Paraguay, firmado en mayo pasado, sobre la represa binacional de Itaipú, la segunda mayor del mundo después de la china Tres Gargantas. El Gobierno de Paraguay anuló el jueves los acuerdos firmados con Brasil el 24 de mayo, sobre la distribución de la energía excedente que produce la represa. Un acuerdo abusivo, que beneficia a Brasil y pudo costarle el cargo al presidente Mario Abdo Benítez.

Primero dimitió el presidente de la empresa nacional de electricidad, que se negó a firmar el acuerdo. Luego el canciller, el presidente de la parte paraguaya de Itaipú y el embajador de Asunción en Brasil. Con el nuevo acuerdo, que sustituye al firmado en 1973 cuando comenzó a funcionar la represa, Paraguay pierde unos 200 millones de dólares por año, que es el costo adicional que debe pagar por la energía que utiliza, apenas el 13% de la generada.

La represa sobre el caudaloso río Paraná fue construida por encargo de las dictaduras militares que gobernaban en ese momento, pero siempre benefició a Brasil ya que casi toda la energía generada la absorbe la industria de Sao Paulo. Desde su construcción, Itaipú fue motivo de polémicas: primero por la corrupción que rodeó la obra; luego por la pérdida de territorio paraguayo y la inundación de las comunidades indígenas; y finalmente, porque el acuerdo fue sentido como una afrenta por los paraguayos.

Lo curioso es que la crisis fue creada por dos gobiernos de derecha (el de Bolsonaro y el de Abdo, del Partido Colorado), que nunca sospecharon las implicaciones que tendría un acuerdo secreto, firmado a escondidas, entre amigos.

El segundo escándalo sucedió también la pasada semana y se debe a la insensibilidad de Bolsonaro. «Si quiere, le cuento cómo su papá desapareció», le dijo al presidente del colegio de abogados de Brasil, secuestrado por la dictadura militar en 1974 (https://bit.ly/2GUrjZ5). La respuesta de Felipe Santa Cruz, apoyado por la poderosa Orden de Abogados de Brasil, fue llevar al presidente a la justicia para que explique por qué guardó silencio, sabiendo cómo había desaparecido su padre.

El mandatario «volvió a demostrar rasgos de carácter graves en un gobernante: la crueldad y la falta de empatía», le respondió Santa Cruz. Amnistía Internacional pidió que Bolsonaro sea juzgado por sus declaraciones. «Es terrible que el hijo de un desaparecido por el régimen militar tenga que oír del presidente de Brasil, declaraciones tan duras», dijo en un comunicado Jurema Werneck, directora ejecutiva de la organización en Brasil.

La periodista Eliane Brum, en un excelente reportaje, lo califica de perverso, no de loco, porque estos en general no hacen daño a nadie. «El presidente es un perverso, un tipo de gente que solo mantiene los dientes lejos (por ahora) de quien no es de su sangre o se somete a sus ideas» (https://bit.ly/2ysXlqh).

En los últimos años de fuerte polarización política, muchos médicos, cardiólogos, psiquiatras y psicoanalistas registran una suerte de epidemia de ansiedad extrema y depresión en sus consultorios, que la periodista llama «enfermedad Brasil». El término en realidad fue usado por un psiquiatra en su cuenta de WhatsApp, luego de atender decenas de pacientes con síntomas como taquicardia, desmayos en la calle, señales de agotamiento, dolores de cabeza frecuentes y sentimientos depresivos. «Se enferman de Brasil», asegura.

Luego de escribirlo en la red, sintió el peso de la cultura bolsonarista. Uno de los agresores le recordó que su hija, cuya foto pudo bajar de una red social, podría ser violada cualquier día. La niña tiene apenas dos años. La periodista reflexiona sobre «la toxicidad cotidiana del país», porque «la política, que siempre fue algo del campo público, invadió el campo privado, pasando a ser un factor íntimo, un primer factor de identificación».

El tercer escándalo es la pretendida nominación de su hijo Eduardo, de 35 años, como embajador en Washington. Una reciente encuesta enseña que el 63% de los brasileños se oponen a que uno de los más ultras de su familia, ocupe uno de los cargos más importantes en política exterior. Cifra que trepa al 82% de personas que se oponen a la explotación de las reservas indígenas y ambientales de la Amazonia, donde se pretende extraer madera y minerales (https://bit.ly/2YCZkXJ).

Pese a todo, la popularidad de Bolsonaro sigue siendo muy alta, aunque declinante. Lo que indica que millones de brasileños (tal vez la mitad) apoyan lo que Eliane Brum denomina «la quiebra del pacto civilizatorio representada por la elección de una figura violenta como Bolsonaro» (https://bit.ly/2ysXlqh).

La situación de Brasil es más grave de lo que parece, porque además de las innegables consecuencias políticas y sociales que tendrá su mandato, que puede renovar en tres años, la intimidad de las personas está afectada. «Aún las personas que han vivido bajo la dictadura militar, no recuerdan haber tenido momentos en sus vidas en los que todos los días estén pensando en el presidente. Bolsonaro administra el horror cotidiano, con sus violencias y mentiras, de un modo que lo torna omnipresente», escribe la periodista más reconocida de Brasil.

Este tipo de políticos, entre los que milita Donald Trump, consiguen irritar a las personas con apenas un tuit o un gesto despectivo. La sociedad brasileña –que nunca pudo procesar lo sucedido en dictadura, porque los gobiernos democráticos nunca juzgaron a los violadores de los derechos humanos, ni se investigaron sus crímenes–, está sometida ahora a un proceso similar, pero en democracia, en el cual se siguen imponiendo el miedo y la impunidad.