AUG. 11 2019 JO PUNTUA Compromiso y libertad Irati Jimenez Escritora Creo que la primera vez que me di cuenta de verdad de lo unidos que van machismo y competitividad fue en uno de esos programas de entrevistas tipo combate de boxeo. Lo estaba viendo a disgusto, como quien mira un accidente de tráfico, por eso que se llama pulsión escópica y que consiste en no poder dejar de mirar algo horrible, y casi admiré al presentador por ser capaz de llevar cualquier tema al terreno de la competición. Siempre lo reducía todo a dos opciones, ambas eran incompatibles y una debía ser, necesariamente, mejor que la otra. Esta reducción salvaje es una plaga social, una deriva intelectual del machismo. Tendemos a pensar –y en esto la socialización de los hombres es letal– en esquemas extremadamente binarios. Al final, reducimos toda discusión a un duelo que corona al ganador y humilla al perdedor. Nada se libra de esta lógica tóxica para la convivencia y destructiva para la inteligencia, a pesar de que nada o casi nada funciona así. Ni la novela y el cuento luchan por la supremacía literaria definitiva, ni tienen por qué gustarte más los Rolling que los Beatles, ni la gente es buena o mala. Y no estaría mal que desterráramos para siempre esa oposición entre libertad o compromiso que ejemplifica perfectamente los defectos de esta forma de pensar tan rudimentaria, machista, judeocristiana y problemática en la que tantas veces nos atascamos. El compromiso no se opone a la libertad, deriva de ella. Sin libertad no podemos decidir comprometernos y todo compromiso que no sea obediencia implica decisión. Nos comprometemos porque queremos ser libres para algo. Porque la verdadera experiencia humana se basa en el encuentro. Porque la vida se detiene si no decidimos, si no vinculamos, si nuestra libertad nos arrastra inevitablemente a las desoladas llanuras humanas en las que no hay compromiso visible y todo se parece sospechosamente a la soledad. Lo dijo mejor José Martí cuando definió la libertad como «el derecho que todo hombre tiene a ser honrado y a pensar y a hablar sin hipocresía». Lo dijo mejor José Martí cuando definió la libertad como «el derecho que todo hombre tiene a ser honrado y a pensar y a hablar sin hipocresía»