Mikel CHAMIZO
DONOSTIA
QUINCENA MUSICAL

Un circo de ensueño picassiano

Todos hemos vistos espectáculos infantiles de muy poca calidad. Apañándoselas con cuatro duros, muchos artistas especializados en el público más joven hacen lo que pueden con los pocos recursos con los que cuentan, compensando el poco vuelo artístico de sus propuestas con gracietas y trucos para meterse a los niños en el bolsillo. Son raras las ocasiones en que un espectáculo para niños aspira a los más altos estándares artísticos, y, afortunadamente, la Quincena Musical supo dar con una de ellos en su jornada infantil.

La Maquiné es una compañía bien conocida por crear propuestas cuidadas hasta el más mínimo detalle, y en las que la música –a menudo clásica– juega un papel fundamental. En Quincena ya presentaron hace dos años “La casa flotante”, que para mí fue uno de los puntos álgidos de aquella edición, compitiendo de igual a igual con los espectáculos para adultos. El lunes, La Maquiné volvió a Donostia para presentar su última creación, “Acróbata y Arlequín: el circo imaginario de Picasso y la música”. Y fue, de nuevo, una maravilla de principio a fin.

La obra, que mezcla las artes circenses con las marionetas, narra la historia de Pablo, un joven vagabundo que vive en la calle pasando hambre y frío hasta que un día llega a la ciudad un circo y decide unirse a él. Este sencillo planteamiento es la excusa perfecta para presentar a un puñado de personajes pintorescos y animales estrafalarios, a los que Pablo deberá cuidar para poner a prueba su aptitud para unirse al circo. Pero es también la excusa perfecta para acercarse al bello imaginario que Pablo Picasso plasmó en sus pinturas rosas, en las que recogió a menudo el ambiente circense.

Desde una pelea con una cabra a sacarle una muela a un león gigante o sobrevivir a una tormenta con logrados efectos especiales, el espectáculo fue una sucesión constante de escenas divertidísimas, con una dirección de actores magnífica -el trabajo mímico estaba cuidado al milímetro-, y aderezado además por pequeños números de circo y la bella música de Erik Satie y Francis Poulenc, que el maestro de ceremonias (Noé Lifona) entonaba con espontaneidad como si fuera el sonido ambiente natural del propio circo. En fin, fue un espectáculo redondo con el que La Maquiné vuelve a situarse entre los candidatos al top de esta Quincena.