Del humor argentino a los gentiles de Larrazpil
El Trío Arbós, que recibió el Premio Nacional de Música en 2013, es un conjunto de largo recorrido en el circuito contemporáneo del Estado español, y quizá por eso el concierto que ofrecieron en la Quincena se llenó por completo, lo que no siempre ocurre en el ciclo de música contemporánea. El programa del Arbós incluía a cuatro compositores que escriben música en base a una sensibilidad más bien tradicional, sin incurrir en experimentos ni proposiciones vanguardistas, así que la velada se desarrolló prácticamente como un concierto de cámara estándar antes que como uno de música contemporánea. Al no haber grandes sorpresas en el plano estético de las obras, el trabajo interpretativo del grupo se puso de relieve, empezando por el “Trío in einem Satz” de Mauricio Kagel con el que abrieron la velada. Kagel no es un autor fácil de abordar: aunque su música no incida demasiado en técnicas extendidas o en el virtuosismo instrumental, la retórica que despliega sí es peculiar y compleja al mezclar desarrollos seriales y atonales con guiños a la tonalidad, todo ello aderezado con grandes dosis de humor. En su versión, el Trío Arbós quiso poner más de relieve la sólida estructura compositiva de la partitura que sus rasgos humorísticos, que evitaron exagerar, y bajo esa estrategia todo cuadró a la perfección pero faltó, quizá, algo de chispa.
La velada prosiguió con “Malagueña ausente” de Jesús Torres, un acercamiento al flamenco reinterpretando sus elementos de manera personal. La obra de Torres despliega una gran energía rítmica, a la que el Arbós hizo justicia con una ejecución intensa y fiel a la inspiración flamenca. Acto seguido llegó “Pulsión” de César Camarero, uno de los compositores españoles de más renombre en la actualidad. Su obra, en contraste total con la anterior, se detuvo en una observación del tiempo más pausada, con un sutil trabajo de resonancias y claroscuros tímbricos, con los que el trío demostró estar muy familiarizado.
Llegó, por último, el esperado estreno de “Larrazpileko jentilen trikuharritik” de Teresa Catalán, que hizo honor a la expresividad misteriosa y sugerente que caracteriza a la música de la compositora navarra. Divida en dos partes, “Behelainoa” y “Jentilak”, su hábil desarrollo proponía un sutil crescendo a través de hermosos paisajes sonoros.