SEP. 07 2019 TEMPLOS CINÉFILOS Mafias e islas bárbaras Victor ESQUIROL Ahora sí. Terminó la 76ª Mostra de Arte Cinematográfica de Venecia. En realidad, todavía queda una última jornada de proyecciones (y saber cómo se va a configurar el palmarés, por supuesto), pero ya podemos decir que vimos todas las películas candidatas al León de Oro. El Concurso se cerró con un programa doble que, a lo mejor por aquello de captar el espíritu de esta edición, se saldó con una de cal y otra de arena. El primero en llegar fue el colombiano Ciro Guerra, uno de los autores del panorama internacional actualmente más en forma, a juzgar por sus anteriores trabajos (a saber, “Los viajes del viento”, “El abrazo de la serpiente” y “Pájaros de verano”, tres salvajadas al borde de la más apabullante obra maestra). Pues bien, ahora el hombre presentaba “Waiting for the Barbarians”, su primera aventura fílmica rodada en inglés, y secundada por un reparto estelar. Mark Rylance, Johnny Depp y Robert Pattinson se congregaron en el corazón de un fuerte perdido en medio de un desierto indeterminado. Su misión era velar por los intereses imperiales de su patria, y asegurarse que las hordas bárbaras que la asediaban no dieran ni un paso hacia adelante. Por desgracia, esta adaptación de la célebre novela homónima de J.M. Coetze, decidió rendir muy por debajo del potencial que sugerían todos sus elementos. La fuerza estética y espiritual de Ciro Guerra se sofocó en la aridez moral de páramo colonialista en que ahora se movía. Un ritmo amodorrado y un gusto excesivo por la obviedad dictaron la funesta sentencia de un producto a todas luces fallido, que al final tuvo que conformarse con el buen trabajo de su elenco de actores. Afortunadamente, justo después llegó Franco Maresco. Su nuevo documental declaró que «la mafia non è più quella di una volta» (o sea, que la mafia ya no es como era). A partir de tan jocosa afirmación, el film trazó un a ratos surrealista recorrido por los paisajes y la fauna siciliana más pintorescos. Lo hizo con la clara y valiente voluntad de reírse (a veces, solo nos queda esto) ante el desesperante enquistamiento de la Cosa Nostra en Sicilia, y por ende, en Italia. Una película que convirtió la militancia y la denuncia en pura arma de destrucción masiva cómica. Venecia se escandalizó entre carcajadas, y cerró una Mostra que, de cumplirse los pronósticos, debería culminar con Pietro Marcello, o James Gray, o Pablo Larraín, o Noah Baumbach coronándose. Mientras esperamos al fallo del jurado, nos metimos en la sección Orizzonti para descubrir “Zumiriki”, nuevo trabajo del director iruindar Oskar Alegria. A última hora, y cuando ya no la esperábamos, llegó a nosotros una revelación. La de una especie de náufrago voluntariamente perdido en un bosque cuya espesura se debía, en parte, a la infinidad de memorias y sensaciones que este podía llegar a despertar. El catalizador de todo ello fue el propio autor, quien hizo de la supervivencia una herramienta para la creatividad más desbocada; una invitación a soñar... a transformar nuestro entorno a través de la pureza de la mirada. Una preciosidad.