OCT. 13 2019 JO PUNTUA Relato no, cuento Fede de los Ríos Sabido es, en lo relativo a las ciencias empíricas, que el mismo fenómeno físico puede ser percibido por dos observadores de manera cualitativamente diferente. Hablamos de experimentos realizados en laboratorio, con todas las posibles variables controladas sobre trozos concretos de una realidad medida y ponderada. Así, un mismo haz de luz proyectado puede percibirse, al mismo tiempo, como onda o partícula según uno u otro observador. La mirada del observador altera lo observado. Es algo ya constatado y constatable. En ciencias sociales asumimos el “efecto Rashomon”, –en alusión a la película dirigida por Akira Kurosawa, donde se narra la muerte de un samurái y la violación de su esposa a través de los diferentes relatos de los implicados, «una historia dentro de la historia», al final todas esas verdades subjetivas, sin ser falsas, condicionadas por el contexto y los intereses, no relatan la verdad de lo acontecido–. Un efecto producido por la percepción y memoria subjetiva a la hora de narrar un suceso por diferentes testigos. Siendo las versiones verosímiles y sin voluntad de mentir, resultan contradictorias e incluso antagónicas. Cuentan la historia pero la cuentan de forma diferente. Pese a lo anterior, vuelven con el famoso Relato. Exigiendo los inquisidores acto de contrición a la izquierda abertzale. Los que ganaron la guerra y los que dándola por perdida, no arriesgaron un ápice en el combate contra el régimen franquista. Ambos pactaron la llamada transición, una mezcla de olvido y de renuncias. ¿Relato? ya lo tienen: los fascistas eran demócratas en potencia; el PNV/PSOE, arriesgando vida y hacienda, fueron la resistencia antifranquista activa; el Borbón trajo la democracia; la legión y la guardia civil la defienden ¡Ah! y matar estaba mal, muy mal porque la violencia de la plebe es condenable venga de donde venga. Y como dice el nuevo portavoz de la patronal del metal, morritos Urkullu, uniendo su voz a la de galosos y nietos de cuneteros, lo suyo es ética, lo nuestro terrorismo… Y comieron perdices. Al final todas esas verdades subjetivas, sin ser falsas, condicionadas por el contexto y los intereses, no relatan la verdad de lo acontecido