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Interview
CHARO ARRANZ
DIRECTORA DE SAVE THE CHILDREN EN LA CAV

«La pobreza infantil en la CAV está, existe, aunque sea invisible»

Charo Arranz, nueva directora de Save the Children en la CAV, analiza los retos de la ONG, que ha cumplido cien años, la pobreza invisible que sufre la infancia y cómo romper el círculo vicioso entre invisibilización, estigma y vergüenza.


«Me hace mucha ilusión cuando te encuentras con voluntarios que de niños han participado en uno de tus programas. Ahí ves que tiene sentido lo que estamos haciendo porque son casos de éxito de los que a veces no se habla tanto, pero en los que has cambiado la realidad de un niño o una niña que podría haber tenido una situación más lamentable», afirma en entrevista con GARA Charo Arranz, que acaba de asumir el cargo de directora de Save the Children en la CAV, donde, asegura, la pobreza infantil existe, aunque «no haya niños pidiendo en la calle».

Save the Children cumple 100 años. ¿A qué retos se enfrenta?

Nuestro mayor desafío sería la aprobación de la ley de protección integral contra la violencia infantil. Es un tema que conseguimos que entrara en el Parlamento pero como llevamos tantas elecciones no acaba de arrancar. Ese es nuestro objetivo prioritario. Entra en un campo que consideramos importante, que es el de la incidencia política para establecer cambios duraderos. No solo queremos actuar en escenarios de emergen- cia sino establecer cambios significativos que contribuyan a incrementar el bienestar de la infancia a lo largo del tiempo. Otro de los ejes prioritarios de nuestra agenda son la pobreza infantil, los migrantes no acompañados y cómo mejorar a nivel interno nuestra eficiencia y capacidad de respuesta.

Cuando se refiere a la violencia contra la infancia, ¿de qué tipo de violencia hablamos?

La violencia física y sicológica ejercida tanto en el ámbito doméstico como fuera de él, el ciberbullyng –un tema que va en alza y que es realmente preocupante–, la violencia en las aulas, la violencia sexual...

¿Qué dimensión adquiere la protección a la infancia?

Abogamos por una visión integral y holística. Debe cubrir desde la parte jurídica, educativa, familiar, policial... No se puede abordar la violencia sobre los niños desde una visión unilateral; debemos tener en cuenta todos los agentes que intervienen en ella. Es un cambio de enfoque que nos parece tremendamente importante. Ya estamos trabajando en algunas iniciativas en este sentido. Por ejemplo, en Catalunya cuando un menor sufre una agresión sexual son el juez, la Policía, los médicos… los que se desplazan a un entorno donde el niño esté bien y que no sea el menor el que esté pasando de un estamento a otro con toda la inseguridad y ansiedad que eso le puede generar.

¿Qué radiografía hace del estado de la infancia en la CAV?

Tenemos menores en situación de pobreza que son un poco invisibles. Esa invisibilidad es uno de los problemas más serios de la pobreza infantil en la CAV. No tenemos niños pidiendo en las calles, pero la pobreza se manifiesta de otras formas. ¿Cómo? En niños que acuden a los programas y desaparecen cuando hay actividades por ejemplo en polideportivos – luego descubres que no han ido porque no tenían para pagar un gorro de piscina–; o en quienes no van porque no pueden pagar el transporte. Debemos reseñar la pobreza energética; hay muchas familias que pasan frío, menores que vienen con su abrigo gordo porque en casa están acostumbrados a pasar frío; niños que tienen déficit nutricional porque no tienen el suficiente aporte de proteínas ni pueden hacer tres comidas al día; niños que viven en unas condiciones que no les permiten llevar a casa a sus amigos –lo que influye negativamente en su autoestima y en su desarrollo emocional–, y aquellos que viven en hogares en los que deben de elegir entre pagar los libros de texto o comer dos veces al día. Es una pobreza invisible, pero que está ahí. Uno de cada cinco niños está en esa situación. En los dos centros que tenemos en Gasteiz, próximamente inauguraremos un tercero en Barakaldo, hacemos una intervención directa con las familias lo que nos permite tener evidencias de qué está fallando y qué debemos mejorar. Con eso podemos hacer incidencia política para que se establezcan los cambios. La pobreza existe, aunque sea invisible y queremos que esté en la agenda política.

La invisibilización de la pobreza infantil genera vergüenza y estigma, un círculo vicioso.

Lo que tratamos de hacer es convertirlo en un círculo virtuoso. Para las familias, pedir ayuda es humillante, les da apuro y vergüenza. Cuando tratamos de recoger testimonios nos suelen decir que no quieren dar su nombre porque no quieren que se conozca su situación. El trabajo directo con las familias te legitima para actuar porque te da datos de primera mano. Si consigues que niños que están riesgo de exclusión social y de tener problemas de autoestima o de integración acuda a uno de estos centros donde se relaciona con otro niños en actividades tanto de refuerzo educativo como de ocio y tiempo libre, consigues que se sientan más integrados en la comunidad y así empezamos a romper ese círculo negativo y a tener familias y niños integrados que se benefician del sistema a la vez que aportan. Me hace mucha ilusión cuando te encuentras con voluntarios que de niños han participado en uno de tus programas. Ahí ves que tiene sentido lo que estamos haciendo porque son casos de éxito de los que a veces no se habla tanto, pero en los que has cambiado la realidad de un niño o de una niña que podría haber tenido una situación más lamentable y que, en cambio, ahora quieren devolver eso a la sociedad y conseguir con otros menores lo que se ha logrado con ellos, y eso es tremendamente gratificante.

Siendo la educación un pilar fundamental, la segregación escolar es evidente. ¿Cómo podemos luchar contra ella? No se trata solo de garantizar la matriculación de los niños en riesgo de exclusión social sino que después puedan estar al mismo nivel que los otros.

Es un tema complicado. Está claro que crear guetos y concentrar a los niños que están en determinada situación de vulnerabilidad en un centro no es bueno ni para ellos ni para los propios centros. El Gobierno de Lakua acaba de proponer que se distribuyan teniendo en cuenta la tasa de paro y la renta per cápita. En algunos países nórdicos, no puede haber más de un 30% de nada igual –niños inmigrantes, con discapacidad...– en un mismo centro porque eso imposibilita la integración. Según sus estudios, ese es el ratio correcto para evitar desequilibrios. Yo vivo en Sestao y en los colegios que tenemos hay mucha gente que está en situación de pobreza. Desde las asociaciones de padres y madres y la dirección de los colegios se acordó, por ejemplo, que los cumpleaños se celebraran por trimestre con una fiesta en el mismo colegio y sin regalos. Así evitas las diferencias tan visibles que se dan en este tipo de eventos. Si desde edades tempranas te acostumbras a que en tu clase no se hacen regalos y que toda la clase está invitada, nadie se queda fuera; es más, nadie se plantea no invitar a este o a esta. Y así se crea una dinámica de fiesta y no de consumo, en la que además se crean focos de empatía. La imposibilidad de celebrar los cumpleaños es uno de los indicadores que utiliza Lakua en la Encuesta de Pobreza y Desigualdad Social. Otra iniciativa que también funciona muy bien es la de en carnavales hacer los disfraces con bolsas de basura en el colegio. Todos van disfrazados y disfrutan por igual. Son pequeños gestos que suponen mucho.

¿Y con las extraescolares?

Según una encuesta de Save the Children, el 26% de las familias en la CAV no pueden pagar una extraescolar a sus hijos. Es el valor añadido al que no pueden acceder muchas familias. Lo mismo ocurre con las vacaciones. Aparte del drama que supone para muchas familias tener que afrontar la comida del mediodía al no haber comedor escolar durante ese periodo, hay niños que no saben qué es tener una vacaciones. Para su correcto desarrollo cognitivo, físico y emocional necesitan este tipo de actividades. Es otro campo donde se dan las desigualdades.

La sensibilización social es muy importante porque los cambios vendrán impulsados por un movimiento social. Eso es lo que hará que gobiernos y empresas se pongan las pilas. No puedes defender lo que no conoces y mucha gente no ha sentido esa empatía porque no son conscientes de la realidad que viven alrededor. Creo que si se les explicara cambiarían de actitud. Debemos visibilizar y actuar sobre todas las áreas que afectan al niño.

Hay también otras realidades que conculcan los derechos de la infancia. Cada fin de semana, un centenar de menores se ven obligados a recorrer largas distancias para ver a sus padres y madres en prisión por la política de dispersión. ¿Cómo valora esta realidad?

Si bien a Save the Children no nos han llegado este tipo de casos, como organización tenemos claro que siempre que un menor se ve afectado de alguna forma en su desarrollo hay que abordarlo. Habría que estudiar caso por caso. No es algo que hayamos abordado como organización, pero siempre tenemos en mente el beneficio de la infancia; intentar que el niño y niña sea siempre niño y niña y no tenga que asumir cargas añadidas. Son situaciones que les afecta en su desarrollo. La infancia tiene unos derechos que deberíamos de garantizar con independencia de origen, raza, clase económica, política... Un menor es un menor, punto, y tiene que estar protegido.

«Los números no impactan, las historias sí»

Los conflictos armados son cada vez más urbanos. Save the Children ha impulsado la Declaración Escuelas Seguras.

Nelson Mandela decía que la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo. Nuestra fundadora, Eglantyne Jebb, también tenía clarísimo que sin educación no hay futuro. Las escuelas tienen varias misiones. La más evidente, la de permitir a los menores formarse. Pero significan mucho más, especialmente en los países en conflicto, porque son los únicos espacios en los que a los niños se les permite disfrutar de la infancia, sentirse seguros, protegidos, con esperanza en el futuro. Son espacios donde refuerzan su sentido de la identidad y de pertenencia y en los que además hay mayores que velan por ellos. Si eso no se cubre, acabamos con graves problemas de salud mental y físicos que van desde las autolesiones a las agresiones, porque no encuentran la forma de relacionarse, estrés crónico, ansiedad, pánico al futuro, miedo a perder a los seres queridos. Esto tiene un coste tremendo que lo paga toda una generación.

¿Somos conscientes de lo que supone una generación perdida?

Si lo fuéramos no estaríamos en esta situación. Los gobiernos, los estados, los organismos internacionales se pondrían las pilas. No somos capaces de cuantificar la dimensión que supone una generación perdida, que puede que sean dos porque si los que tienen que proteger a la siguiente generación no están bien, imagínate.

¿Sienten empatía las sociedades de los países desarrollados?

Vivimos en una sociedad sobreimpactada, nos faltan tiempo y atención para procesar todo lo que recibimos. Nos quedamos con aquello que vemos en los telediarios y luego nos olvidamos. ¿Si Greta no hubiera estado en la Asamblea General de la ONU hubiéramos hablado del clima? Creo que no; habríamos hablado de la última pataleta de Donald Trump en Twitter. Hay otro aspecto importante: los números no impactan, lo hacen las historias. Por eso es tan importante que tengan voz, de lo contrario se quedan en meras estadísticas y estas no conciencian. No es lo mismo hablar de la pobreza o ir a uno de nuestros centros de intervención y vivirlo en persona. Eso te cambia.A. L.