I.B.
BILBO

EH Bildu: un voto más sólido y una nueva red de complicidades

La izquierda independentista empezó a manejar con soltura el concepto de voto líquido hace cuatro años, cuando se abatió en su contra la tormenta perfecta. Llegaba a las elecciones estatales de diciembre de 2015 con el listón muy alto, los siete escaños que había logrado Amaiur en 2011, y las afrontaba en un contexto muy diferente y con la eclosión espectacular de un Podemos en pleno apogeo. Pasó de siete diputados a dos, que repitió en junio de 2016, pero con menos votos. Hubo algún columnista que dio por amortizado el proyecto independentista.

Los resultados de ayer muestran lo equivocado que estaba.

Los comicios autonómicos de 2016 fueron un punto de inflexión, tanto por el resultado, bueno y manteniendo la segunda plaza, como por la forma en que se alcanzó el decimoctavo escaño, en la prórroga y arrebatando al PNV y PSE la mayoría absoluta. Una vez sacudidas las dudas existenciales, la coalición ha acometido esta ronda electoral con confianza y un mensaje claro de compromiso con el diálogo y confrontación con la derecha encarnada en el trifachito.

Los resultados de abril fueron muy buenos –y resultaron refrendados en mayo–, duplicando el número de escaños, pero los del 10N han sido mejores, creciendo en todos los herrialdes, sobre todo en Nafarroa, y con escaño para Bel Pozueta.

EH Bildu ha logrado solidificar su voto, y abre la legislatura con la hoja de ruta fijada en la Declaración de la Llotja de Mar, que según el PNV tiene «el lenguaje de la izquierda abertzale». Con ese lenguaje, los partidos que la han suscrito han logrado más de dos millones de votos y nada menos que 29 escaños.