Isidro Esnaola
CONCENTRACIÓN DE LA RIQUEZA

«Cada multimillonario es un fracaso de la política»

La riqueza sigue acumulándose en todo el mundo en cada vez menos manos, especialmente en EEUU. El aumento de las desigualdades es de tal magnitud que ya empieza a preocupar incluso hasta a los propios defensores del capitalismo liberal. El debate sobre las medidas para frenar esta dinámica se extiende más allá del Partido Demócrata.

La frase que da título a este artículo se ha popularizado en EEUU. La pronunció el asesor de los demócratas en el Congreso Dan Riffle y refleja como pocas una realidad que se oculta pero que los números corroboran una y otra vez. Según los últimos datos publicados sobre EEUU, el 1% más rico de la población de este país ha visto aumentar la parte de la riqueza total que posee, mientras que el patrimonio del resto de grupos de población disminuye. En la última década, los ultrarricos han pasado de controlar el 25,36% de los activos a poseer el 28,92% del total, más de tres puntos de diferencia.

Tan espectacular como el crecimiento del patrimonio de los más ricos es la tremenda desigualdad en su distribución. El siguiente 9% de la población con mayor riqueza apenas ha perdido algo más de cuatro décimas en esta última década, ha pasado de poseer el 35,24% al 34,80% del total. En conjunto, el 10% de la población más rica ha incrementado su parte en más de tres puntos porcentuales, pasando del 60,6% al 63,7% de la riqueza total.

Por otro lado, el 50% de la población con menos patrimonio controla solamente el 6,13% de los activos de EEUU. Y, a pesar de su exiguo patrimonio, en la última década este grupo ha perdido más de siete décimas, y ha pasado de poseer el 6,89% a solo el 6,13% del total.

Muchas son las razones que se apuntan para explicar esta concentración de la riqueza. Una de las primeras es el alza de las cotizaciones en la Bolsa. El dinero gratis de los bancos centrales no se convierte en mayores salarios o en mayores pensiones para trabajadores y jubilados, sino que va directamente a engordar los fondos especulativos. Estos fondos, con más recursos, empujan las cotizaciones de los activos financieros –ya sean acciones, bonos, obligaciones o derivados– hacia arriba, sin que esos aumentos en los precios tenga que ver con una actividad económica que apenas ha registrado cambios de importancia. Y como la mayoría de los ultrarricos posee grandes paquetes de acciones, su riqueza crece al calor de esos movimientos especulativos.

Es por esa razón que los listados de ricos cambian según suban unas u otras acciones. Si se revalorizan las acciones de Amazon, Jeff Bezos pasa a ocupar el primer lugar; si suben las de Microsoft, entonces es Bill Gates el que se pone en cabeza, aunque en realidad todos sigan teniendo el mismo patrimonio.

Si bien es cierto que su patrimonio se revaloriza con fuerza gracias a la política monetaria de los bancos centrales, no es la única causa del crecimiento de su astronómica riqueza. Los republicanos impulsaron una importante reducción de impuestos con la aprobación de la Tax Cut and Jobs Act de 2017. Se calcula que, con los cambios, las personas físicas dejarán de pagar 1,125 billones durante los siguientes 10 años, mientras que las sociedades se ahorrarán en impuestos 320.000 millones.

Los recortes en impuestos personales se convertirán en aumento neto de la carga fiscal a partir de 2027, pero esa fecha queda todavía muy lejos, mientras que los recortes en los impuestos a las empresas serán permanentes.

En conjunto, esta rebaja de impuestos tendrá un pequeño efecto en la economía ya que beneficia principalmente a las personas más ricas, que son precisamente las que menos gastan. Un regalo neto a los multimillonarios para que sigan presumiendo de patrimonio.

El crecimiento de las desigualdades está alcanzando una dimensión tal que ya empieza a preocupar hasta a los guardianes de las esencias del capitalismo liberal. Un estudio presentado por la OCDE el pasado martes, con motivo de la celebración el 20 de noviembre del Día Universal del Niño, advertía de que «las crecientes desigualdades de ingresos en los países de la OCDE en las últimas dos décadas han afectado mucho a los niños vulnerables, lo que hace que sea menos probable que desarrollen todo su potencial económico y social en el futuro». Esta organización instaba también esta misma semana a los gobiernos a proteger la negociación colectiva salarial señalando que la existencia de convenios reduce el absentismo y favorece el rendimiento, beneficiando tanto a trabajadores como a empresarios.

Que una organización tan poco sospechosa de izquierdismo como la OCDE tenga que salir a defender la negociación colectiva da una idea de hasta dónde ha llegado la desregulación y la precariedad, otra de las causas de que la riqueza de los ricos no pare de crecer.

Además de mejorar la eficiencia, posiblemente a la OCDE también le preocupe el hecho de que allí donde la precariedad se extiende entre la clase trabajadora, la explotación aumenta y la riqueza se concentra en cada vez menos manos, las posibilidades de que se produzcan reacciones radicales que puedan poner en peligro el sistema también aumentan.

Una revista poco sospechosa de antisistema como “The Economist” ha dedicado un artículo a los multimillonarios en el que se pregunta si todos ellos han logrado amasar su enormes fortunas de manera legítima o ha sido mediante lo que los economistas llaman de manera indulgente «búsqueda de rentas» (rent-seeking en inglés), que no es otra cosa que manipular el entorno político y económico para extraer más renta de la que correspondería a un mercado trasparente y competitivo. Esa actividad puede incluir actuaciones legales o ilegales, y a menudo implica la organización de cárteles y lobbys para modificar determinadas reglas que beneficien a sus socios y perjudiquen a los competidores.

La investigación realizada por esta revista señala que es una actividad común y frecuente en ciertos sectores, entre los que incluye la minería, la industria militar, la construcción y los casinos. El artículo señala que en la actualidad también habría que incluir a las grandes tecnológicas, ya que muchas de ellas están comprometidas en prácticas contrarias a la competencia.

Para “The Economist” tres cuartas partes de la riqueza de los multimillonarios en los países desarrollados se logró de manera «justa»; quizás sería más exacto decir «respetando las reglas». Aun así, considera que la parte correspondiente a la búsqueda de rentas ha crecido en relación al PIB. La revista señala a modo de ejemplo que el capitalismo clientelar (crony capitalism) es relativamente poco importante en países como Suecia o Alemania pero, sin embargo, ha sido la fuente de la que se han servido uno de cada cinco multimillonarios de EEUU para amasar su fortuna. Según sus cálculos, esta búsqueda de rentas explicaría un tercio del total de la riqueza acumulada por los superricos.

En el mismo sentido, el profesor estadounidense Robert Reich señalaba en un artículo reciente que existen cinco formas de hacerse multimillonario y que ninguna de ellas tiene nada que ver con el éxito en los negocios en un mercado libre. La primera consiste en explotar un monopolio. El ejemplo que utiliza es el de Amazon, que controla más del 50% del comercio electrónico minorista de EEUU gracias a ciertas patentes. Si el Gobierno de EEUU no permitiera unas patentes tan amplias, posiblemente habría mucha más competencia en el comercio electrónico y el patrimonio del dueño de Amazon, Jeff Bezos, no sería ni de lejos tan importante.

Las otras vías que señala Reich en su artículo son la utilización de información privilegiada, la compra de voluntades políticas, la extorsión a grandes inversores y la riqueza lograda a través de la herencia.

A pesar de que la retórica del emprendedor y del libre mercado se mantiene como discurso ideológico central, cada vez parece más claro, incluso para los defensores del capitalismo, que la riqueza amasada por los multimillonarios no se corresponde con la dimensión de la aportación que hayan podido hacer a la sociedad.

En este contexto de acumulación de riqueza utilizando medios dudosos cobra todo su sentido la frase de Riffle que encabeza el artículo: los multimillonarios reflejan el fracaso de una política totalmente subordinada al poder del dinero. A partir de esta constatación se comprenden mejor algunas de las propuestas lanzadas en la campaña a la nominación del candidato del Partido Demócrata. Por ejemplo, la senadora Elizabeth Warren ha propuesto dividir los grandes monopolios de internet para fomentar la competencia. Muchas son las medidas que se pueden tomar para castigar con mucho mayor rigor, por ejemplo, el uso de información privilegiada o la corrupción política.

Otra vía sería la fiscal. En este ámbito, mientras Elizabeth Warren plantea un impuesto a los superricos similar al impuesto de patrimonio –con dos tramos: de 50 millones a 1.000 pagarían una tasa del 2% y a partir de 1.000 millones, del 3%– Bernie Sanders propone un impuesto mucho más radical que empezaría con una tasa del 1% a partir de 32 millones de patrimonio neto y terminaría con una tasa de 8% para las fortunas por encima de 10.000 millones.

La propuesta de Sanders escapa a la lógica tributaria pero sí tiene sentido si se considera que los multimillonarios se han beneficiado de prácticas contrarias a la competencia y han acumulado rentas que no se corresponden con la aportación que han hecho a la sociedad. Sería una forma de que devolvieran esa parte de riqueza obtenida ilegítimamente.

“The economist” concluye su artículo diciendo que «hacer que la economía sea más competitiva haría más para la gente común que embadurnar a todos los plutócratas con el mismo pincel». Lógico viniendo de alguien que quiere salvar el capitalismo y lejos de los debates de Euskal Herria, dónde la principal preocupación es bajar los impuestos y dejar que los ricos sigan enriqueciéndose.