NOV. 26 2019 JOPUNTUA Evo apuntó bien César Manzanos Doctor en Sociología No cabe la menor duda. Cada vez es más necesario y difícil cambiar el mundo: abolir el capitalismo y las formas de poder asociadas a él. Pero podemos comenzar reconociendo que hemos apuntado mal. Enfrentamos la tarea de entender por qué las revoluciones son abortadas, en su loable empeño por acabar con las sociedades clasistas, racistas y heteropatriarcales. Una de las direcciones hacia la que posiblemente hayamos apuntado mal, ha sido priorizar y centrar toda la acción revolucionaria en la «conquista del Estado», sea por la vía militar (es decir armada), política (es decir electoral dentro del corsé de la democracia liberal) o por la movilización de las masas (es decir social y sindical con reivindicaciones reformistas). En esta obsesión postpolítica por «conquistar el Estado» no hemos puesto en cuestión al Estado mismo que siempre ha sido capitalista en el contexto de las relaciones supraestatales, siendo, los «estados de socialismo real» y «los estados social-demócratas del bienestar» formas anómalas y transitorias de Estado, fruto de procesos revolucionarios fallidos. Ambos en mayor o menor medida han sido subsumidos por los poderes económicos, políticos e identitarios transestatales y, ahora, convierten a las izquierdas en fuerzas conservadoras ocupadas en «mantener los logros obtenidos» ante la potente ofensiva ultraderechista que pone a los estados en su sitio, es decir, para lo que nacieron, al servicio del capital. Por tanto, y para afinar nuestra puntería, uno de los retos para continuar con la tarea de cambiar el mundo, sería hacerlo sin perder la energía jugando con las reglas del enemigo para la conquista del Estado, a sabiendas incluso, de que cuando participamos en su entramado político, el punto de mira ha de ser abolir el poder, carcomerlo, operar como un antipoder para construir de facto la autodeterminación de los pueblos y la socialización al menos de los recursos naturales y las fuentes de energía. Aquí está la explicación del golpe de Estado del poder contra Evo Morales cuya política apuntaba en la buena dirección. Una de las direcciones hacia la que posiblemente hayamos apuntado mal, ha sido priorizar y centrar toda la acción revolucionaria en la «conquista del Estado».