EDITORIALA
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UE, demasiados retos para tan poca ambición

La nueva Comisión Europea comandada por la alemana Ursula Von der Leyen recibió ayer el visto bueno del Parlamento Europeo. 461 eurodiputados votaron a favor, 38 más de los que lo hicieron hace cinco años con Jean Claude Juncker. Un dato que no esconde que se han tenido que unir las grandes familias políticas –conservadores, socialdemócratas y liberales– para alcanzar un aval que no puede calificarse de abrumador.

La Comisión se constituirá el próximo 1 de diciembre, y bajo el brazo tiene ya un catálogo abrumador de retos y urgencias. Crisis climática, nubarrones económicos, agenda digital, demografía y posicionamiento geopolítico en una multipolaridad emergente son solo algunos de ellos. La ambición de la nueva Comisión –es decir, de los Estados europeos que le dan forma–, sin embargo, queda a años luz de la magnitud de estos retos. Es una Comisión pobre empezando por su configuración, basada en equilibrios entre Estados y familias políticas; unas componendas que acaban llevando al puesto más alto de la diplomacia comunitaria a una figura de la catadura de Josep Borrell.

Es una Comisión mediocre que se arroga el título de europeísta, arrinconando en un mismo supuesto «antieuropeísmo» a la izquierda y a la extrema derecha; una cosmovisión que el propio Parlamento Europeo llevó a extremos revisionistas en setiembre, cuando aprobó una resolución que responsabiliza por igual a nazis y soviéticos de la Segunda Guerra Mundial. Una votación que muestra la cercanía de estos «europeístas» a la agenda y el lenguaje de la extrema derecha. Cabe recordar que solo un cambio de última hora ha evitado que uno de los comisarios estrella fuese responsable, oficialmente, de «Proteger el Modo de Vida Europeo». La nomenclatura ha cambiado finalmente, pero el espíritu permanece. Con todo, quizá lo más grave sea la falta de ambición para superar inercias atlantistas y buscar un lugar propio en un mundo que, para bien o para mal, se está reconfigurando ante nuestros ojos.