Antonio ÁLVAREZ-SOLÍS
Periodista
AZKEN PUNTUA

Anatomía laboral

La confusión puede ser un programa. Desde hace días sigo con asiduidad el debate sobre el retoque de salarios. Como me sucede habitualmente braceo en un mar de confusiones. El obrero ha sido puesto sobre la mesa por el gobierno, los expertos, los sindicatos y los empresarios a fin de despiezarlo en los habituales porcentajes con la intención de saber lo que ha de dársele. Al parecer la cuestión reside en los decimales. Si el obrero fuera un ser humano sería fácil dar con el salario que debe recibir. Bastaría sumar lo que paga por vivienda, por trasporte, por mantenimiento de su familia y dos cosas más para saber lo que ha de abonársele por su labor diaria.

Luego se tendría que sumar lo que recibe su empresa como resultado del negocio y se tendrían que poner en relación los datos correspondientes. Tras estos cálculos se sabría si roba la empresa, si no trabaja el obrero o si realmente se tiene gobierno.

Pero el obrero se ha convertido en un variado tanto por ciento en muchos aspectos de su vida, lo que hace que el salario se convierta en materia teológica. Comprobé esto al averiarse mi lavadora. Llamé al vendedor alegando la garantía que cubría el aparato y me respondió una señorita muy amable. «Mañana mismo le enviamos un 16% temporal, pero es un manitas. Se llama Pepe y es de la UGT».