DEC. 26 2019 FÚTBOL Groundhopping: la afición futbolera llevada a la máxima expresión Hay aficionados al fútbol a los que no les basta con seguir a sus colores o vivir un partido en directo. Su pasión por este deporte les lleva a acumular visitas a estadios de todo el mundo y registrar sus andanzas. Natxo MATXIN Como no podía ser de otro modo, el groundhopping comenzó a definirse con tal expresión a mediados de la década de los setenta del siglo pasado en la cuna del fútbol, Gran Bretaña, aunque esta afición, que puede llegar a ser adictiva, rápidamente se extendió a otras partes de Europa, caso de Alemania, países escandinavos u Holanda, lugar en el que ahora mismo se concentran el mayor número de groundhoppers por metro cuadrado. Su objetivo no es otro que sumar, uno tras otro, escenarios futbolísticos, priorizando en algunos casos que destaquen por su relevancia mundial y, en otros, buscando la rareza o singularidad. Este hobby incluso tiene su número mágico: el 92. Es la cifra de campos que componen el fútbol profesional inglés –Premier League, Football League Championship, Football League One y Football League Two– y haber conseguido estar en todos ellos presenciando algún envite es toda una hazaña en este mundillo. Y permite a quienes lo han logrado formar parte del denominado “Club 92”, que fue fundado en 1978 después de que la idea contase con una importante difusión mediática y respaldo entre los hinchas. No faltan tampoco las experiencias relatadas en las redes sociales, a través de blogs o webs, además de quien inclusive se ha molestado en trasladarlas al papel, como es el caso de “The Football Ground Guide”, escrita por Duncan Adams, y que se considera una especie de biblia del groundhopping. Un libro casi desconocido en Euskal Herria, lo mismo que la puesta en práctica de esta afición, lo que no deja de ser paradójico si tenemos en cuenta la gran propensión futbolera que se vive por estos lares. Sin embargo, aunque con varias décadas de retraso, comienzan a aflorar los primeros groundhoppers vascos, que se consideran como tales después de haber contactado con aficionados de otras partes del mundo que comparten pasión. Ibon Pache es uno de ellos, que reconoce que «siempre me ha gustado ver fútbol por ahí», aunque sin ser consciente en un principio que eso tenía una denominación concreta. Es más, extiende el groundhopping a algo más que visitar estadios, «también se trata de vivir el ambiente previo, disfrutar de una cerveza en los aledaños del campo y compartir con otros frikis –se ríe– nuestras alocadas experiencias en los más variados campos». Dedica un par de semanas al año a viajar y ver partidos por el resto del Estado español y otras partes del mundo, empleando parte de sus vacaciones y bolsillo para ello. Sin ir más lejos, este próximo enero tiene previsto desplazarse a Oporto durante un fin de semana, en el que suele marcarse un presupuesto tope que puede rondar los 400 euros, distribuidos entre viaje, estancia, entrada y adquisición de merchandising. Relata con orgullo que su colección actual abarca «unos 40 estadios», todos ellos dentro de la geografía europea, habiendo visitado Inglaterra, Italia, Francia y Portugal. Reconoce que todavía le queda mucho camino por recorrer y entre sus objetivos se encuentra «ver un partido de la Libertadores en algún campo mítico de Argentina o disfrutar de la liga rusa», además de otras metas más asequibles, léase asistir a un partido en el Emirates Stadium (Arsenal) o en el Signal Iduna Park (Borussia Dortmund). Admite que la mayor parte de las veces, en su caso lo que busca no es tanto tachar un determinado estadio de la lista de deseos, sino vivir envites tan especiales como pueden ser derbis entre conjuntos que no sean vascos, caso de un Betis-Sevilla o Celtic-Rangers, ejemplifica. «Aquí, en Euskal Herria, el tema del groundhopping está un poco paradillo, como quien dice, ahora está empezando», confiesa Pache, para quien se trata de «un tema recurrente, que sirve como nexo de conexión con otra gente». Así es como conoció a Ignasi Torné, quien le inició en este mundillo y con el que ha compartido andanzas por los más diversos campos. Ignasi Torné, uno de los pioneros Aficionado del Barça, pero más todavía del fútbol en general, Torné puede considerarse uno de los pioneros del groundhopping en Catalunya. Colaborador en varias publicaciones, su pasión por este deporte le llevó a este catalán a trabajar en el departamento de marketing y comunicación del Newell’s Old Boys argentino. «Coindiendo con el paso de Ibrahimovic por Barcelona, hubo un intercambio con el Malmö, su club de origen, cuyo estadio es muy original y underground. Me compré la camiseta y la bufanda y, al fin de semana siguiente, visité Copenhague, donde también estuve en su campo y adquirí la camiseta. Me di cuenta de que me gustaba hacer eso. Simplemente sucedió», rememora con naturalidad. Desde que empezó aquella aventura, allá por 2010, ha recorrido nada menos que 18 países de Europa, América, Asia y África, reflejados en unos 130 tours por otros tantos estadios. Casi nada. De entre todos ellos, tiene un amor inconfesable, el Centenario de Montevideo, el coliseo futbolístico más grande de Uruguay, territorio al que también le une la querencia por uno de sus clubes emblemáticos, el Peñarol, del que es acérrimo seguidor. «Ese recinto es un monumento mundial del fútbol, ahí se jugó la primera final de la Copa del Mundo y, para mí, supuso como alcanzar una meta y ser consciente de que aquello era algo serio», indica respecto a su entusiasmo por recopilar visitas a los más dispares campos. Porque su curiosidad no se limita a escenarios famosos, sino también a otros muy peculiares. Sin salirse del mismo Montevideo, recuerda cómo fue testigo presencial en el Estadio Olímpico del Rampla Juniors, ubicado en la bahía de la capital uruguaya y pegado al Océano Atlántico, de la singular manera en que se recoge el esférico cada vez que sale de las gradas, mediante un par de voluntarios que reman a bordo de una barca. O el Dalymount Park, ubicado en el barrio obrero dublinense de Phibsborough, donde actúa como local el Bohemian FC, «un campo antropomórfico, al que le falta una grada y otra está inutilizada», recuerda. «A los dos años de que empecé con esto, charlando con un aficionado alemán, me dijo: ‘Eres un groundhopper’. Se me abrió todo un mundo y fui consciente de que lo hacía otra gente, así al menos no era el único friki», comenta con una carcajada. «Lo que me encanta es el trasfondo, conocer la propia ciudad, la historia del club, que los hinchas te cuenten las rivalidades que existen en duelos como el Partizán-Estrella Roja, por poner un ejemplo. Lo que luego pueda suceder sobre el verde, para mí queda en un segundo plano», apunta. Lo que empezó siendo un hobby, Torné lo ha transformado en su profesión, ejerciendo de cicerone para grupos específicos de amantes del fútbol que quieren incluir en sus vacaciones la visita a un determinado estadio, combinada con una ruta por la ciudad que lo alberga, además de la obligada parada gastronómica para degustar los productos típicos de esa zona. «Hay mucha gente que me contacta por el hecho de ser del Barcelona, un club que tiene mucha repercusión mundial. Me piden consejos, forma de conseguir entradas y les transmito algunas recomendaciones culinarias o tipos de alojamientos adecuados», enumera. «Se trata de un fenómeno que se va ampliando cada vez más, fruto del uso de las nuevas tecnologías, como es el caso de Google Maps o Instagram, que han favorecido su crecimiento, aunque también en cierto modo masificado, perdiéndose el encanto inicial que tenía», matiza. Y aunque pudiera parecer mentira por el enorme bagaje que ha logrado reunir, Torné también tiene en mente algunos retos, como «ver fútbol ruso, donde aún conservan esa esencia que había por aquí en los años 80, con todo lo bueno y lo malo que ello supone», o rendir visita al Azteca mexicano, donde «todo maradoniano que se precie debe peregrinar al menos una vez en la vida». Así que ya saben, si en sus próximas vacaciones dedican parte de su tiempo y dinero a visitar un estadio, presenciar un partido o adquirir algún accesorio de cualquier club de esa ciudad, ustedes también son unos groundhoppers. Futbology, la app para recopilar la información de los groundhoppers Desde hace ya varios años, los groundhoppers disponen de una app mediante la que pueden recopilar la información de todos los estadios que visitan y partidos que asisten, además de poder compartirla con otros entusiastas de este hobby. Se trata de Futbology, una herramienta que se puede descargar tanto para Android como para Apple, creada por unos futboleros holandeses para subsanar la ausencia de un programa en el que poder guardar todos los datos. Así, entre otras funciones, Futbology permite llevar un registro de los encuentros que se visualizan, despliega una lista con las previsiones de los partidos que se vayan a celebrar en las diferentes competiciones, dispone de un catálogo de los estadios y sus direcciones, y otorga medallas en función de logros. Hay versión gratuita y también premium, en este caso de pago.N.M. SINGULARES Existen estadios singulares que merece la pena visitar, en los que, si el balón sale fuera, se recoge con barca (Estadio Olímpico del Rampla uruguayo) o en los que falta una grada y otra está inutilizada (Dalymount Park, en Dublín).