DEC. 27 2019 15 años del tsunami más devastador Asia no olvida el día en que el mar se tragó la tierra y se llevó a quienes la habitaban GARA Banda aceh Autoridades y habitantes de una docena de países asiáticos rindieron ayer un sentido homenaje a las más de 270.000 personas que perdieron la vida tras el paso de un brutal tsunami generado por un terremoto submarino de magnitud 9,1 en la escala de Richter el 26 de diciembre de 2004, un desastre que conmovió al mundo y dejó marcada a toda una generación. Aquella mañana, un potente seísmo con epicentro en aguas de la costa de Banda Aceh, en Indonesia, provocó un tsunami con olas de hasta treinta metros de altura que barrieron las costas de Indonesia, Sri Lanka, Tailandia y de otros nueve países. Entre todas las zonas afectadas, fue Aceh, al norte de la isla de Sumatra, la más golpeada por las olas gigantes que destrozaron aldeas enteras y acabaron con la vida de más de 170.000 personas. En estos quince años, se ha acometido una importante tarea de reconstrucción, con 25.600 viviendas y edificios comerciales, gubernamentales, residenciales y educativos levantados de nuevo dentro de una zona que quedó devastada, pero el recuerdo sigue muy presente y esa provincia fue ayer escenario de algunos de los actos más emotivos, con miles de ciudadanos acudiendo a rezar a cementerios que albergan a miles de víctimas en fosas comunes. Un sistema defectuoso Estas muestras de duelo se producen mientras Indonesia tiene pendiente la tarea de mejorar su deteriorado sistema de alarma. Y es que tras el desastre, los países del Índico, incluidos Tailandia, Sri Lanka, India, Yemen y Tanzania, entre otros, crearon un sistema de alerta temprana, lo que ha aumentado su capacidad de reacción, pero el mantenimiento ha sido deficiente en el archipiélago indonesio. Así, por ejemplo, en 2008, Indonesia inauguró un sistema de alerta con 22 boyas, que dejaron de funcionar cuatro años más tarde debido al vandalismo y el mal mantenimiento. Actualmente, cuenta con sismógrafos para detectar terremotos y tsunamis, pero su eficiencia es menor que la de las boyas. Las carencias del sistema quedaron patentes en septiembre de 2018, durante un terremoto y tsunami en la isla de Célebes, donde murieron 4.300 personas. Como solución, la Agencia de Evaluación y Aplicación de la Tecnología (BPPT), que se encarga de la instalación de las boyas y mareógrafos, comenzó a instalar este año una nueva red de boyas que contará con doce dispositivos operativos para 2021. El Gobierno tailandés ha decidido elevar los estándares de seguridad Indonesia, y sobre todo la provincia de Aceh, se llevaron la peor parte de un desastre que en su magnitud hizo que incluso en los lugares donde no golpeó tan fuerte las pérdidas humanas y materiales fueran cuantiosas. Así, después de Indonesia, los países con más víctimas fueron Sri Lanka, con más de 35.000 muertos, India (16.000) y Tailandia (unos 8.000), seguidos de Somalia (289), las Maldivas (108) y Malasia (75), entre otros. En Tailandia las autoridades oficiaron ayer una ceremonia fúnebre en memoria de los fallecidos –entre ellos se encontraba Bhumi Jensen, sobrino del rey de Tailandia que fue visto por última vez haciendo esquí acuático cuando el tsunami alcanzó las costas– e hicieron un llamamiento a extremar las medidas de precaución ante desastres naturales. «El Gobierno quiere elevar los estándares de seguridad y fomentar las concienciación en todos los sectores para estar preparados y para proteger a las personas ante desastres», dijo el viceministro de Interior, Nipon Bunyamanee, tras anunciar que el 26 de diciembre ha sido catalogado como el Día Nacional de Prevención de Accidentes.GARA MONUMENTOSEn Indonesia aún se pueden visitar algunos barcos que fueron arrastrados hasta cuatro kilómetros tierra adentro que han sido convertidos en museos. En Banda Aceh, más de medio centenar de personas salvaron su vida al subirse a una de estas embarcaciones que quedó encallada sobre una vivienda. PESADILLAS«Aún me persigue. Puedo recordarlo en todo momento», contó ayer a Europa Press Suwanne Maliwan, una mujer que perdió a sus padres y a otros cinco familiares cuando el tsunami alcanzó la provincia tailandesa de Phang Nga. «A veces sueño que está llegando una ola. Todavía tengo miedo», reconocía.