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EDITORIALA

Un elefante en losjardines jeltzales


Pasadas dos semanas de la mayor sentencia por corrupción política en Euskal Herria en décadas, el discurso de fin de año del lehendakari de la CAV, Iñigo Urkullu, agrava la impresión de que su partido intenta imponer al país un manto de silencio sobre esta lacra. En términos prácticos, de soluciones, resulta más grave que el Parlamento de Gasteiz haya decidido con los votos de PNV y PSE posponer el tema a después de sus vacaciones de enero. Pero tampoco es baladí el silencio del jefe del Gobierno de un territorio en que ha campado una trama demasiado amplia para no ser vista por quienes estaban tan cerca y demasiado enraizada en las instituciones para ser eludida por un lehendakari.

La desatención al problema de la corrupción ha sido, además, una de las quejas del PNV ante el entramado institucional español, con mucha razón. Aitor Esteban, portavoz en el Congreso, reprochó en 2017 a Felipe de Borbón que solo le dedicara «40 palabras», y vagas, en su discurso navideño. Seis meses después, el PNV contribuyó a sacar a Mariano Rajoy de Moncloa por esta cuestión. Sabin Etxea argumenta que De Miguel no es Gürtel en la medida en que no ha aparecido beneficio para el partido. Pero eso no justifica que el Parlameno no aborde la situación con urgencia y contundencia, ni que Urkullu no tenga una palabra, una, para el tema. La corrupción es hoy un elefante en los jardines de Gernika en que grabó su mensaje anual. Y en los jardines de Albia en que está Sabin Etxea.

En una formación política que tiene omnipresentes las elecciones, quizás este silencio obedezca al cálculo de que hablar de corrupción le resulta muy impertinente a pocos meses de comicios al Parlamento de Gasteiz. Pero puede mirar a Nafarroa y hallará el desplome de UPN en 2015, por justificar corruptelas como la de la CAN, o dos décadas antes el del PSN por dejar saquear a Roldán, Urralburu o Aragón. La realidad no se diluye ocultándola. Y la tolerancia cero exige actuar, es lo contrario de callar.